Genial Barrufet
España se enfrentará a Islandia en su tercera semifinal olímpica después de que su portero anulara a Corea del Sur
No tiene en las manos dedos suficientes que no se haya fracturado como para contar la mitad de las paradas que hizo ayer. Una vez más, David Barrufet, un licenciado en Derecho que acaba de cumplir 38 años y ha tenido tiempo para disputar 265 partidos con la selección española, se convirtió en el héroe de un equipo que mañana disputará ante Islandia su tercera semifinal olímpica, con el techo histórico del tercer puesto de Atlanta 96 y Sidney 2000. Francia y Croacia, los dos grandes favoritos, se jugarán otro puesto de finalista. A la espera de los islandeses, que en la primera fase perdieron con Corea, víctima española en cuartos, con el eterno Barrufet al frente, el balonmano ha vuelto. Tras el oro mundial conquistado en Túnez en 2005 y la plata europea del año siguiente, el grupo de Juan Carlos Pastor había empalidecido hasta perder su escaño en la élite. Ahora, con su capitán al rescate, está de regreso.
COREA DEL SUR 24- ESPAÑA 29
Corea del Sur: Han (Kang); Jeong (7), Kim (3), Jung (5), Jung Park, Chanvong Park y Yoo (1) -equipo inicial-; Lee (2), Paek (6) y Yoon.
España: Barrufet (Hombrados); Alberto Entrerríos, Rocas (8), Raúl Entrerríos (4), Garabaya, Prieto (1) y Belaustegui (2); Lozano (1), Davis, Juanín García (6), Iker Romero (4), Víctor Tomás y Malmagro (3).
Parciales: 1-2, 4-4, 6-6, 8-7, 10-10, 13-14 (descanso), 17-20, 17-22, 17-24, 19-26, 20-24 y 24-29.
Árbitros: Gjending y Hansen. Dinamarca. Exluyeron a Park, Yoon, Prieto, Lozano, Malmagro y Romero.
Partido de cuartos disputado en el Gimnasio Nacional de Pekín. Acudieron los duques de Palma.
No son pocas las selecciones que han padecido el síndrome Barrufet. La última, Corea del Sur, un equipo de avispas, vertiginoso, de jugadores livianos con buen tiro exterior y un amplio repertorio de quiebros que tensó el partido hasta el minuto 37 (17-17). Barrufet, suplente de Hombrados en estos tiempos, hacía un par de minutos que se había estrenado en el encuentro. Increíble: Corea no volvió a marcar un gol hasta el minuto 51 (18-25). Cada ataque asiático engrandecía el recital del portero catalán, tan iluminado que llegó a desviar con la frente un cara a cara con un coreano. No hubo adversario que no le retara y todos, uno tras otro, acabaron frustrados, maldiciendo a ese tipo de dos metros y varios dedos entablillados que paraba y paraba como un pulpo. Las estadísticas le otorgaron al final 11 de 19 tiros detenidos (un 58%), por un 27% de Hombrados y un 30% del titular coreano, Kyungtai Han. El porcentaje de Barrufet pudo ser muy superior si el duelo hubiera sido exigente hasta el final, pero con ocho goles de ventaja a falta de cinco minutos (19-27) el equipo se distendió. Con las gradas de reverencia en reverencia y el portero de agitador con el puño en alto, España se tomó el tramo final como una pequeña romería.
Hasta la aparición de la gigantesca figura de Barrufet, el partido se mantuvo en el alambre, sin ninguna selección capaz de distanciarse por más de un gol. El equipo de Pastor, con los dos pivotes, Rubén Garabaya y Carlos Prieto, como muro defensivo, padecía con el tiro exterior de los coreanos, a los que la falta de forraje muscular les impedía interiorizar el juego. En ataque, desatinado de nuevo Iker Romero (4 de 12), y con Alberto Entrerríos con el tobillo derecho lastimado, fue el hermano de éste, Raúl, quien sostuvo a España, espesa por el centro y con dificultades para dar puntadas con los extremos por la falta de un central puro.
Al descanso, 13-14, señal del equilibrio. Hasta que Pastor dio carrete a Barrufet. Hombrados, que había empezado bien la cita, se veía superado, sin excesivo apoyo de la defensa, que se agrietaba ante la frenética circulación rival. Un par de intervenciones del guardameta, un líder contagioso, y España sufrió una mutación absoluta. La defensa se compactó como no lo había hecho en todo el torneo y, como consecuencia, la selección de Pastor pudo correr. En este juego no hay mejor arma de contraataque que un portero en éxtasis. Y para acelerar por las orillas, nadie como los azulgrana Juanín García y Albert Rocas. Los dos extremos titulares, que habían sumado cinco goles en el primer acto, multiplicaron su producción y terminaron con 14. Corea ya no tuvo tregua. Es lo que ocurre cuando enfrente se activa un genio. Barrufet lo fue, y lo es.
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