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Reportaje:PEKÍN 2008 | Juegos de la XIX Olimpiada

El hoy contra el ayer

Argentina y Brasil, lideradas por Messi y Ronaldinho, buscan la final

El Kun Agüero se mete con su pelo engominado en una tienda de souvenirs con frío aire acondicionado y mira alrededor con cara de pocos amigos. Finge sordera. De repente, reacciona a la pregunta a su espalda y se revuelve. "¡Pero si ayer ya hice nota de prensa! Ya hablé. ¡No le entiendo!", dice indignado el argentino. Enseguida vienen sus compañeros al rescate, primero Banega y luego Mascherano. No están Messi ni su amigo Ronaldinho. No se arriesgan al paseo por la Villa: demasiados admiradores. Hoy (15.00), en el estadio de los trabajadores de Pekín, vuelven a centrar las miradas. Argentina, campeona olímpica en Atenas 2004, y Brasil, que nunca ganó el oro, se enfrentan en semifinales. Messi contra Ronaldinho. La estrella de hoy ante la que intenta renacer. El otro finalista saldrá del Nigeria-Bélgica.

Dunga se queja de la comida china, la densidad del césped y la calidad del aire

Maradona no jugará, pero su figura sobrevuela. Su presencia en la concentración argentina, sentado en la grada y el comedor, ha sido justificada con la importancia de la cita. "Será un clásico", dijo Sergio Batista, el seleccionador, que ha alistado para la defensa del título a toda la clase alta del fútbol argentino: Messi, Riquelme, Agüero, Gago, Mascherano... "Tenemos que aprovechar la velocidad que hay arriba, a Agüero, Messi y Riquelme, que a veces hace pases que sólo ve él", dice Zabaleta, del Espanyol. "Brasil siempre se caracterizó por un juego lento, de manejar la pelota y tocarla bien. Hay que respetarlos. Tienen mucha calidad y te pueden ganar en cualquier momento".

El torneo olímpico arrancó dividido entre Shanghai, Shenyang, Tianjin y Qinhuangdao. Hoy, tras llegar a Pekín a 200 kilómetros hora, son las cosas de los trenes de alta velocidad, los brasileños viven encerrados en sus apartamentos de la Villa Olímpica de Pekín. La medida tiene su origen en Dunga. El seleccionador brasileño lleva tiempo quejándose de la comida china, criticando la densidad del césped, imponiendo férrea disciplina, y midiendo la calidad del aire. Hoy apostará por el bético Sobis en lugar del milanista Pato, y ayer, como casi siempre, previno a Ronaldinho sobre los peligros de la fama y de los voluntarios chinos.

La estrella del Milan llegó al comedor y tuvo que irse corriendo, tantas fueron las peticiones de autógrafos. Antes, sin embargo, Ronnie fue el chico que animaba a sus compañeros tocando un pandero ante los fotógrafos; el hombre protegido por la policía en el hotel Marvelot, donde nadie podía acercarse a menos de 50 metros; y la estrella mediática perfecta, siempre dispuesta a regalarle un guiño a cámaras y reporteros, a los que contó que lo que escucha al despertarse es "una buena samba".

Hace un mes, Messi y Ronaldinho compartían vestuario en el Barça. Ahora, Brasil y Argentina, dos selecciones imperiales, les enfrentan en busca de la gloria olímpica. Los dos equipos llegan invictos, forzados a la prórroga por Camerún y Holanda en cuartos, y liderados por dos jugadores acosados por la fama. A Ronaldinho se le critica por dar pases sin moverse. Y a Messi ya nadie le deja tranquilo. Hasta su compañero Buonanotte le ha pedido la camiseta.

Messi y Ronaldinho, durante sendos entrenamientos con Argentina y Brasil.
Messi y Ronaldinho, durante sendos entrenamientos con Argentina y Brasil.AP

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