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Reportaje:teatro

Lucerna, festival de la excelencia

Del 13 de agosto al 21 de septiembre celebra la ciudad suiza de Lucerna (60.000 habitantes) su festival de verano. Hay otras dos citas musicales a lo largo del año, en Pascua o en noviembre, alrededor del piano, pero no tienen la resonancia internacional del festival de los meses de estío. La excelencia musical es la nota dominante, tanto en las búsquedas de nuevos puentes con la modernidad como en la mayor concentración, año tras año, de orquestas de referencia de Europa y América.

Lucerna se ha empeñado en construir ahora una sala modulable de ópera que va más allá que cualquier otra en cuanto a posibilidades escénicas. Para la creación contemporánea y para una nueva mirada a los títulos convencionales. Los plazos ya están fijados. La ópera era el punto más débil del festival. Todo indica que va a dejar de serlo.

Hasta 1993 existía una orquesta suiza del festival. Con Claudio Abbado se ha continuado en cierto modo la tradición a partir de 2003. Toscanini eligió un grupo de músicos en 1938 para un concierto frente a la villa Tribschen, lugar de residencia de Wagner. Es el acto que se considera el momento de arranque del Festival de Lucerna. Suiza era territorio neutral y a partir de la guerra mundial muchos músicos se refugiaron en Lucerna, frente a las connotaciones nacionalsocialistas en Bayreuth o Salzburgo.

La edición de 2008 es la décima dirigida por el competente gestor artístico Michael Haefliger. Entre las orquestas en residencia, con más de tres programas a su cargo, están la Filarmónica de Viena (con Riccardo Muti), la de Cleveland (con Franz Welser-Möst) y la de Nueva York (con Lorin Maazel). Además, hay un desfile espectacular de orquestas con la Sinfónica de Chicago y Haitink, la Simón Bolívar de Venezuela y Dudamel, la Concertgebouw de Amsterdam y Jansons, la Gewandhaus de Leipzig y Chailly, la de San Petersburgo y Temirkanov. Luego está la apuesta contemporánea con su buque insignia de la Academia del Festival, dirigida por Pierre Boulez, que atiende a 140 jóvenes y genera su propia orquesta. Hay 14 estrenos mundiales y siete nuevas producciones del festival, un proyecto dirigido por Pollini y una atención especial este año al compositor George Benjamin. Las conexiones de música y danza tienen una presencia destacada estas semanas, con un panorama que contempla programas en un abanico que va de Bach a Stravinski, y en ellas destaca un estreno de Joachim Schloemer -por primera vez un coreógrafo es artista estrella del festival- con las sonatas de violonchelo de Bach a partir de un episodio de La montaña mágica, de Thomas Mann. El complicado equilibrio música-teatro-literatura-danza se ha saldado en esta ocasión a favor de la música. Bach se ha llevado el gato al agua. La propuesta fue de alto riesgo, tuvo momentos brillantes y se saldó anteayer con un éxito estimable, a pesar de ciertas desigualdades.

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