_
_
_
_
Reportaje:Días de diversión

Boquiabiertos al paso de la ballena

Un gentío se vuelca con el desfile del cetáceo, toda una fiesta en sí mismo

Mikel Ormazabal

Por más que el espectáculo se repita todos los años desde hace siete, la ballena y su troupe zoológica volvieron ayer a dejar boquiabiertos a los miles de personas que siguieron su callejeo por el centro de Bilbao. Ya es un clásico de la Aste Nagusia, seguido por una multitud y aplaudido por todos. El desfile que encabeza el simpático cetáceo Baly, que surgió en 2001 como una modesta iniciativa promovida por la Fundación Bilbao 700, se ha ido sofisticando hasta el punto de convertirse en una fiesta en sí misma, un imponente alarde estético de música y color.

La gran ballena de 12 metros de largo, suspendida en el aire y expulsando chorros de agua, abrió la gran cabalgata festiva dedicada al agua y a otros motivos medioambientales. Al enorme mamífero le siguieron su esposo el pulpo gigante, un hinchable cuyos brazos se estiraban 12 metros y lanzaban confetis, y el besugo, el pequeño de la familia, que ya ha igualado en tamaño a la reina de la comitiva.

La cabalgata volvió a ser un alarde estético, pleno de música y color

Pequeños y mayores siguieron entusiastas el paso de la caravana, amenizada por el ritmo que marcaba La Banda del Surdo, un grupo de percusionistas y bailarinas sobre zancos que ayudó a mantener viva la atención de los espectadores. El grupo Bloc Quilombo también iba intercalado en el desfile haciendo sonar sus tambores al ritmo de la samba, el reggae y otras músicas africanas y latinoamericanas. Más atrás, las cuarenta voces mixtas del Orfeón San Antón Abesbatza, como en ediciones anteriores, completaron el repertorio musical del espectáculo.

La ternura que despiertan a su paso la ballena y su familia de peces se fundió con la fastuosidad de las perfomances que cerraban la comitiva. Eran un abejorro juguetón, un toro metalizado y dos desmesurados dragones. El contraste estético y el modo desafiante con que se acercaban los bichos al público asustó a más de un niño. El dragón que iba en la cola, un enorme esqueleto articulado de 21 metros de largo y 12 de copa, iba bramando y echando humo por la nariz cuando se aproximaba a la gente.

Igual de indomable y monstruoso era el gran astado de cobre -cinco metros de porte- que le precedía unos metros y al que se encaramó una integrante del grupo de teatro Carros de Foc Teatre, autor de este vistoso espectáculo de calle. El toro Viriato iba moviendo la cabeza y las piernas mientras avanzaba por el recorrido y esparció más de una decena de sacas de confetis.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_