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Columna
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El Dioni y El Solitario

Dionisio Rodríguez Martín, El Dioni (que se hizo famoso en 1989 atracando el furgón de un banco y llevándose limpiamente 298 millones de pesetas), trabaja ahora como agente inmobiliario en Lepe (Huelva), donde los chistes. Con esa cara tan singular ha pasado a engrosar la lista de bandidos célebres de Madrid. No está a la altura intelectual de Luis Candelas, que era ilustrado, masón y guapo. Dionisio, la verdad, es bastante friqui, pero ahí está, más chulo que un bizcocho. Candelas fue ejecutado a garrote vil a los 31 años. Ninguno de los dos mató a nadie. Por eso siguen celebrándose jocosamente algunas de sus vituperables hazañas, dignas del Buscón don Pablos.

También se ha hecho famoso en nuestros días otro atracador madrileño, Jaime Giménez Arbe, El Solitario, que cometió el gran error de ser un asesino, según han dictado los jueces. Nunca será héroe, ni siquiera heterodoxo, un sanguinario de esa calaña. Con Candelas y gente así hay que tener cuidado con las carteras; con El Solitario y otros de su estilo hay que tener cuidado con la vida. Son dos formas de entender el ejercicio de la delincuencia. Unos asesinan a tiros y otros matan a disgustos, que a veces es peor.

Entre sujetos como Dioni y El Solitario hay coincidencias al margen de su profesión: son melómanos. Dionisio fue cantautor asilvestrado y grabó un disco, Todo sobre mi furgón, que fue un rotundo fracaso. Asistí a su presentación en directo en una sala de Argüelles, creí morir de risa y de estupor.

El Solitario es más refinado. En su chalé se juntaba con otros aficionados para tocar temas de los Beatles, Dylan, Donovan y cosas así, por placer. ¿Quiénes componían ese grupo? ¿Nunca intuyeron algo raro en aquel sujeto? Alguno podría aportar datos inéditos sobre un tipo tan extraño, tan metódico, tan frío.

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