Paquillo, código rojo
El marchador de Guadix, séptimo en los 20 kilómetros, se queda fuera de un podio por primera vez desde 2001
En el ferragosto pekinés, los médicos de la Federación Internacional de Atletismo manejan un aparatito bajo el sol abrasador de la mañana. El WBGT, inventado por el ejército yanqui en la Guerra del Golfo, es un termómetro, como un pequeño detector de metales, con un sensor y una pantallita digital que, tras operar con la temperatura (26,5 grados a las 9.19 en las puertas del Nido) y la humedad (41%), muestra un número. Si es superior a 28, código negro: la prueba se suspende. En esos momentos marca 26. Código rojo: se puede practicar ejercicio extenuante, pero los atletas deben saber que puede resultar peligroso para la salud.
Código rojo, parpadea 40 minutos más tarde la pantalla cerebral de Robert Korzeniowski, su cráneo privilegiado, marcando el índice Paquillo. Código rojo, peligro; la medalla más segura del atletismo español en todas las citas está volando. Paquillo, el eterno, plata en París, en Atenas, en Helsinki, en Osaka, oro europeo en Múnich y Gotemburgo, no llegará al podio, el primero que se pierde desde 2001.
Son las diez de la mañana. La temperatura sigue subiendo; la humedad, bajando, Jefferson ataca. Kilómetro 15: los 20 kilómetros marcha han alcanzado su punto crítico. El pelotón de nueve, seleccionado por Paquillo, quien, fiel a sus hábitos, ha marcado el ritmo de juego hasta entonces, debe reventar. Paquillo, ya veterano, ya en la edad de oro, ya un marchador mucho más completo, ya repleto su equipaje estratégico, se maneja entonces con cautela. Deja que sea el ruso, el sospechoso Borchin, quien responda al brutal cambio de ritmo del ecuatoriano, del campeón mundial, que busca su segundo oro olímpico 12 años después del primero; deja que sea Brugnetti, el italiano que le levantó el oro en Atenas, quien continúe con el control. Él, Paquillo, deja pasar a todos. ¿Rigor táctico? ¿Sabiduría de viejo luchador? ¿Olfato agudizado por los sabios consejos humanistas de su entrenador Korzeniowski? ¿Había su fino oído detectado que las pisadas de Jefferson, de Borchin, no eran firmes?
¡Ja! "Ya me habría gustado", dice el de Guadix; "Pero era sencillamente que no podía seguirlos. Me quedé clavado. No me daban las piernas. No tenía chispa". Y allí se quedó Paquillo, detrás de un chino, observando en la distancia cómo Borchin no sólo no se conforma con seguir al ecuatoriano, sino que, después de dos acelerones tremendos, logra dejarlo clavado, y cómo, por detrás, el australiano Jared Tallent desazona a Brugnetti en la pelea por el bronce. "No tenía visualizado ese ataque de Jefferson", dijo luego Paquillo, séptimo; "pero, aunque lo hubiera visualizado, no podría haber respondido".
Tampoco, evidentemente, entraba en los planteamientos del marchador granadino que precisamente en Pekín, en los primeros Juegos en los que abiertamente había hablado del oro, fuera a quedarse fuera del podio: "Ahora se ve lo difícil que era ganar la plata. Tantas veces que se me decía que quedaba siempre segundo. Pero esto aún lo tengo que asimilar...".
Juanma Molina, el de Cieza, al que tampoco le visitó la supercompensación esperada cuando se cumplían 16 días de su regreso de la altitud de Font Romeu, acabó 12º y su joven paisano Benjamín Sánchez fue 13º.
Pestano y Casañas, a la final de disco
Naroa Agirre quedó eliminada en la clasificación de pértiga con un salto de 4,40 metros, su mejor marca del año, a 10 centímetros del pase. "Y justo este año que he cambiado de técnica y trabajado con Vitali Petrov, el de Isinbayeva", dijo; "justo este año, me machaca una hernia discal".
Mario Pestano se clasificó para la final de disco -su lanzamiento fue de 64 metros- junto con el cubano nacionalizado español Frank Casañas. A cambio, España no tendrá finalistas en los 3.000 obstáculos masculinos. Palomeque, Blanco y Eliseo cayeron tan penosamente como Quintanal en peso.
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