Bienvenidos al circo
El presidente de la Federación Internacional de Gimnasia (FIG), Bruno Grandi, acaba de decir aquí, en Pekín, que la gimnasia es cada vez más peligrosa y menos artística. Asimismo, lanza un reproche a los árbitros por parciales.
Cuando, después de Atenas 2004, la FIG decidió cambiar el sistema de puntuación, muchos de nosotros, los entrenadores, predijimos que los gimnastas intentarían aumentar su dificultad asumiendo mucho más riesgo y que esta situación sería peligrosa. Pero el problema no son los accidentes graves, que no suelen ser muchos afortunadamente. El problema es que esos gimnastas deben repetir y repetir esos ejercicios de altísima dificultad hasta su mecanización, lo que ha supuesto un montón de lesiones, algunas de ellas de gravedad por sobrecarga (Gervi no se ha librado de ellas).
En estos últimos años, la tendencia es valorar excesivamente la dificultad y la culpa no es de los jueces, es del código de puntuación, insisto, impuesto por el comité ejecutivo de la FIG, decisión personal del presidente de la FIG, según tengo entendido.
Los entrenadores guiamos a nuestros gimnastas e intentamos sacar el máximo rendimiento a ese código, de forma que trabajamos los elementos que más puedan beneficiarles a la hora de competir. La relación entre dificultad y ejecución artística es tan grande que si tienes mucha dificultad en tus ejercicios no importa si cometes errores por grandes que sean, incluso si te caes sales beneficiado, aunque hagas otros elementos de menos dificultad de forma perfecta. Aquí hemos podido ver equipos que han fallado estrepitosamente y se han clasificado para la final o a He Kexin, que se cayó en las paralelas e increíblemente se ha clasificado para la final de ese aparato. También vemos que las chicas ya casi no bailan en barra y suelo, pero no se cansan de hacer mortales y giros acrobáticos.
Antiguamente, el gimnasta que fallaba se quedaba fuera, pues se premiaba la ejecución por encima de todo. Ahora estamos más cerca que nunca de las representaciones circenses.
Señor presidente de la FIG, los jueces no son los culpables de esta situación. Cumplen escrupulosamente con lo que el código les exige: que penalicen los errores de los gimnastas, según los criterios que usted ha impuesto, de forma muy leve.
Señor presidente, nadie se atreve a hablar por miedo a posibles represalias o a perder su silla, pero todos sabemos, gimnastas, jueces y entrenadores, que no podemos seguir por este camino y que es necesaria una revisión general de nuestro deporte, no solo del código.
Señor presidente, si usted quiere, aquí nos tiene para hacer mejor uno de los deportes más espectaculares, bellos y difíciles.
PD: Seguramente estas líneas nunca las leerá el presidente de la FIG, pero yo me he quedado descansado.
Un saludo desde Pekín y nos vemos en la final de Gervasio Deferr.
Alfredo Hueto es el entrenador de Gervasio Deferr.
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