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Reportaje:PEKÍN 2008 | Baloncesto

Yao-Gasol, desafío en las alturas

Robert Álvarez

La vida de Yao Ming es tan desmesurada como su físico: 226 centímetros de estatura y 134 kilos de peso. Icono del baloncesto globalizado y de la apertura de China al deporte profesional tras ser el primer extranjero elegido en el número uno del draft de la NBA, en 2002, se ha convertido en la imagen mediática más explotada por los organizadores de los Juegos Olímpicos. Fue el abanderado de China, es el deportista más admirado del país junto al campeón olímpico y mundial de los 110 metros vallas, Liu Xiang, y es uno de los más importantes embajadores de la NBA. Allí comparte cartel con Pau Gasol, uno en los Rockets y el otro en los Lakers. Nacidos ambos en 1980, Gasol en julio y Yao en septiembre, sus caminos se han cruzado varias veces y volverán a hacerlo mañana (10.45, hora peninsular española) en el partido entre China y España. A punto estuvo de frustrarse. El pie izquierdo de Yao Ming se quebró el pasado marzo. Los Rockets pusieron el grito en el cielo. Su bastión bajo los aros estaba mejor que nunca y el equipo volaba en la Conferencia Oeste.

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Cuando se lesionó, Yao parecía haber perdido por fin la timidez que tanto le había reprochado su entrenador Jeff van Gundy, asombrado de que jugadores egocéntricos y menos determinantes como Steve Francis o Cuttino Mobley le sustrajeran el papel de líder del equipo. Ahora sucede todo lo contrario. Un jugador que absorbe tanto el juego como Tracy McGrady opina: "Antes, cada vez que yo jugaba de manera mediocre perdíamos. Ahora ya no. Mi instinto sería pasarle cada pelota que toco. No sé si puede ser mejor, pero ya es fenomenal". Sus promedios eran de 22 puntos y casi 11 rebotes por partido cuando se lesionó. Yao Ming prometió que iba a recuperarse para disputar los Juegos. Los Rockets se asustaron por la determinación de su pívot, que, tras ser operado, regresó a China y del que se dijo que estaba dispuesto a recurrir a técnicas de acupuntura y remedios a base de hierbas y de la medicina tradicional de su país. El pasado 23 de julio reapareció y ayer debutó en los Juegos en el esperado partido ante Estados Unidos.

El duelo con Gasol no será el primero. Ya se enfrentaron dos veces hace cuatro años en Atenas. En ambas ganó España (83-58 y 92-76), que en toda su historia sólo ha perdido una vez ante China, en el Mundial de 1994 en Canadá. La popularidad de Yao Ming, imagen de varias multinacionales, excede con mucho su calidad como jugador. Al menos, hasta hace poco, porque sus progresos en la cancha han sido enormes desde que abandonó el waterpolo, todavía muy joven, porque ya medía dos metros y tocaba con los pies en el fondo de la piscina. Con su equipo, los Sharkins de Shanghai, lo ganó todo. Su camiseta con el número 15 fue la primera que se retiró en la Liga china cuando decidió dar el salto a la NBA, en 2002, después de haber sido invitado, cuatro años antes, por una multinacional de prendas deportivas a visitar un campus en San Diego.

Por entonces era un jugador debilucho que no estaba dispuesto a hacer un mate. En Estados Unidos, pese a que hubo quien se rió de él al principio, como Shaquille O'Neal, cincelaron su físico y afinaron su técnica. Van Gundy elogió su capacidad de trabajo bautizándole con el apodo HWP (hardest working player, el jugador que trabaja más duro). Sólo faltaba que diera un paso más al frente. Ha tardado seis años, pero al fin parece decidido a liderar a los Rockets a revivir tiempos dorados y a justificar su sueldo, su caché para las multinacionales —se calcula que triplica la ficha de 10 millones de euros que percibe este año de su equipo—, su elección cinco veces para jugar el All Star y su epopeya retratada en la autobiografía Yao: Una vida entre dos mundos y en el documental El año de Yao. Mañana, con la intención de salir por una vez ganador, se las verá de nuevo con Pau Gasol y la selección española.

Yao Ming, en el partido que enfrentó ayer a China y Estados Unidos
Yao Ming, en el partido que enfrentó ayer a China y Estados UnidosREUTERS

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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