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Columna
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La importancia de llamarse Arrocet

En pleno verano de 1967, Los Salvajes cantaban: "Mi bigote es colosal, al estilo oriental". Era el momento en el que los Beatles lucían bigote en la portada del Sergeant Pepper's. Que la época más psicodélica de los cuatro de Liverpool estuviera marcada por los bigotes era ya de ácido, pero es que nada de lo que hacían era casual. Es imposible que una mañana cualquiera se encontrasen en los estudios de Abbey Road y exclamaran los cuatro a la vez: "Pero, ¿vosotros también os dejasteis bigote, chicos?" No, alguien les aconsejó el cambio de look: John Lennon adelgazó y apareció por primera vez con unas gafas de culo de vaso que delataban su considerable miopía, cuatro bigotes aparecieron en la iconografía pop del siglo XX y ya nada volvió a ser igual. A partir de ese momento, y hasta su disolución, los Beatles no se apearon del bigote aunque se dejaran también crecer la barba y el pelo. Era un signo de los tiempos, a pesar de que los hombres que llegaron a la Luna fueran perfectamente rasurados.

Nuestro presidente Touriño gastó bigote hasta que empezó su imparable ascensión

"Hasta Atila lo llevó; hoy también lo llevo yo", seguían cantando Los Salvajes. El bigote (sin barba) añade un signo a la cara de los hombres (y a la de Isabel Pantoja), establece un puente entre la nariz y la boca y se convierte en símbolo. Hitler, Dalí, Stalin, Cantinflas, Sadam Hussein..., todos mantuvieron el adorno como si fuera un logotipo. Cualquiera de ellos hubiera dejado de ser quien era de habérselo afeitado. El Sergeant Pepper?s tampoco hubiera sido lo que fue sin los cuatro bigotes. Por eso es importante recordar las caras de las personas antes de que añadan o eliminen el bigote del panorama.

La transformación puede ser un síntoma de algo. Puede que el cambio de apariencia bigotil responda a una simple asesoría de imagen o puede ser un cambio de estado cuántico. Puede, incluso, que sirva como disfraz y que nadie te vuelva a reconocer: el de Groucho Marx ni siquiera estaba hecho de pelo (se lo pintaba) y costaba tanto reconocerle sin él, que se lo dejó crecer una vez terminada la Edad de Oro de sus películas.

"Nunca me lo cortaré mientras sea original", continuaba la canción de Los Salvajes. Nuestro presidente Touriño gastó bigote hasta que empezó su imparable ascensión hacia las más altas responsabilidades del partido y del país. Se lo afeitó cuando el Destino le llevó a conducir nuestros destinos. Lo eliminó para emprender un Sergeant Pepper?s como financiado por Gilette y Wilkinson, un bipartito que aumenta sin parar el número de las hojas de afeitar de sus maquinillas.

"Una chica me besó y en mis brazos se quedó", presumían Los Salvajes. La espuma de afeitar -la espuma de los días- dejó a nuestro presidente listo para enfrentarse al largo y retorcido camino del Gobierno autonómico. La espuma crece; los bigotes disminuyen. Y como cuando las barbas de tu vecino veas pelar debes poner las tuyas a remojar, Quintana optó por el recorte futbolístico de su barba para afrontar el partido, a su partido y al bipartito. Visto así, lo mejor es preparar a conciencia el kit de afeitado por si los vientos soplan distintos en las modas para pilosidades faciales de próceres llamados a las más altas responsabilidades. Un análisis detallado del actual bigote de Aznar revela una considerable rebaja en su frondosidad y en su color. La barba de Rajoy funciona como un retrato de Dorian Grey: también encanece mientras su pelo parece un anuncio de Grecian 2000. Las canas se quedan en las caras. Un cabello bicolor abandera España y Galicia aunque algunos artistas pretendan añadir el morado o el rojo. Un afán muy punk, por otra parte.

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Y Los Salvajes insistían: "Yo no sé cómo comer, pero eso me da igual, mientras pueda yo beber y a las chicas yo besar". El problema de la alimentación se soluciona con el meneo de bigote de Carpanta y Chaplin cuando pillaban algo (un pollo, un zapato) que llevarse a la boca. Si la crisis permite la cría de pollos y la fabricación de zapatos, claro está. Cuando el sinbigotismo y el barbismo de nuestro bipartitismo (que no bipartidismo) renuncien a añadir cuchillas a su maquinilla (o edificios a Monte Gaiás) volveremos a la navaja barbera.

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