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Reportaje:

Teatro para los marginados

Theodor Smeu abre una nueva sala para acoger a las compañías jóvenes

"No tengo el síndrome de Ulises porque no quiero volver a Ítaca. Ni siquiera me he preguntado si estoy integrado o no". Hace diez años, Theodor Smeu era teatreiro por oposición en Rumanía, donde el teatro se aprende en el colegio y la mayoría de los artistas son funcionarios del Estado. Entonces su mujer, la violinista Anca Smeu, envió su currículum a la Real Filharmonía de Galicia. A los 20 minutos le enviaron un contrato. "En cuatro días vendimos el piso de Bucarest y compramos una furgoneta". Santart, "Santiago y arte", acrónimo que se le ocurrió nada más llegar, es hoy un cuarteto de cuerda donde Smeu ejerce de representante. Y da nombre a la compañía-escuela de teatro que funciona desde 2002 en el barrio de Pontepedriña.

Smeu dejó Budapest a los 4 días de recibir un contrato de la Real Filharmonía gallega
"La experimentación en teatro no consiste en freír morcillas con la propia sangre"

En septiembre, la pequeña Santart se inaugura como sala con el apoyo del Instituto Galego de Artes Escénicas e Musicais. El deseo, dice, es "acoger a los marginados". "Compañías profesionales jóvenes", matiza. Será la sexta sala privada de Galicia y un respaldo para la compostelana Nasa, reserva alternativa en Santiago tras el ocaso de la Galán como espacio de exhibición. Santart arranca con 40 butacas descuajadas a propósito de la Sala Galán para un escenario de cinco metros de ancho y apenas siete de profundidad. El tamaño, inicialmente, no debería ser problema. "No es tan extraño ir al teatro y ver a tres personas, si no son estrenos o compañías de nombre. Lo que es un problema es el concepto alternativo. Seguimos confundiendo medios y experimentación".

Smeu mantiene en Galicia la misma idea que acuñó en su Transilvania natal, donde -aprovecha el tópico- "tampoco se sabe si la gente sube o baja". Una fusión metodológica entre la ciencia actoral de Meyerhold y la ética de Grotowski, teórico y activista del teatro pobre: adelgazar la escenografía para potenciar la acción dramática. Pone de ejemplo un montaje propio, Anxos. Uno de los actores encarna a un Cristo que baja de la cruz y "hace movidas". "Por una parte no quisimos lastrar la acción con una estatua; también es cierto que llegamos al Cristo de carne porque no podíamos pagar la estatua".

Lo que ahora pretende Santart es "mezclar actores y espectadores, como hacía Grotowski pese a disponer de todo el dinero del teatro polaco". "El que mira debe ser testigo directo de la acción si queremos hablar de intimidad, porque ahí empieza el riesgo anímico". A Smeu le interesa "volver a pensar" dónde empieza el peligro en teatro. "Yo he visto freír morcillas con la propia sangre y repartir los pedazos al público, pero ése es un experimental mal entendido. Ni siquiera me impacta".

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Piensa en otra cosa y cita Desde lo invisible, de Quintana Teatro, la compañía -madrileña- de la actriz gallega Ana Carril, mejor espectáculo revelación en los Premios Max. "Ahí se buscaron historias verdaderas para juzgar a las personas que deciden traer al mundo a un disminuido psíquico". En esa búsqueda enmarca el movimiento y las inercias de la escena gallega. "Hay un núcleo tradicionalista que funciona un poco al margen de lo nuevo... Es más fácil ir a los ayuntamientos con un teatro que genere risa, de ahí que las compañías adapten un poco el repertorio. En este sentido, algunas de las históricas se están institucionalizando, y quizá esta situación ha generado hambre de nuevas compañías".

La sala de Smeu, profesor durante tres años en Casa Hamlet, con Manuel Lourenzo, dará cabida sobre todo a esa escena joven. Talytakumy, Teatro d2, Talía, Arela das Artes o Pisando Huevos abrirán la temporada, que incluye también el Hamlet-machine de Cámara Negra.

Al tiempo, Smeu seguirá montando al francorrumano Matei Visniec mientras trabaja Síndrome Europa, un texto de Charo Pita sobre inmigrantes marroquíes que ven desaparecer el agua. No cuenta vivir del teatro, pero nada es en vano. "Hago de mafioso ruso en Agallas, la película de Continental". "Me llamaron y no daba crédito", ríe.

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