"El cambio no se agota en cuatro años"
Esquiva el intento de adivinar sus previsiones electorales, aunque no niega que le haya llegado la idea de un adelanto. Sostiene que el suyo es el "proyecto más importante de transformación de Galicia" y necesita más de cuatro años
Emilio Pérez Touriño pasaba el mediodía del viernes sus últimas horas en la residencia presidencial de Monte Pío antes de salir para San Vicente do Mar, donde estará de veraneo hasta finales de agosto. Ya con atuendo relajado, no disimulaba la satisfacción por una semana que empezó con su aclamación en el congreso socialista y terminó con un compromiso del presidente del Gobierno sobre el AVE que da por "definitivo".
Con el ajetreo de los últimos días había olvidado que el sábado se cumplía el tercer aniversario de su toma de posesión. "Creo que sigo siendo un tipo normal". "Quizá note un excesivo agobio por el peso de la agenda". "Tengo que estar más en la calle y menos en el despacho", reconoce. Su sensación es que acaba de cerrar el ciclo iniciado hace 10 años en el congreso que le eligió en Ourense: "Pasamos una larga travesía del desierto". "El partido se rompía y estaba casi fuera del mapa político". "Pero tuvimos determinación y, sobre todo, creímos en un ideario de galleguismo cívico".
"El presidente Rodríguez Zapatero va a dar el callo por el AVE"
"Las elecciones siempre fueron sólo gallegas, pero no sé qué hará Ibarretxe"
"Necesitábamos como agua de mayo fortalecer la voz del PSdeG"
"El Gobierno es de todos. Si pensase sólo en mi partido, iríamos para abajo"
"Tengo que estar menos en el despacho y más en la calle"
"Al PP los emigrantes le han importado un pito, salvo para traer su voto"
Pregunta. La historia del socialismo gallego había sido la de sus querellas internas. ¿Tan balsámico resulta el poder?
Respuesta. Ya tuvimos un resultado parecido hace cuatro años, aún en la oposición. No está relacionado directamente con la responsabilidad del poder, sino con una voluntad inmensa de cohesión. También ha sido muy importante que el PSdeG se haya convertido en el partido que mejor ha interpretado la centralidad gallega: ser gallegos como el que más, pero participando en un proyecto para España con una concepción federalista.
P. ¿Es realista la aspiración de ser primera fuerza política?
R. Lo que no se sueña no se consigue. Me gustaría liderar un proyecto con un respaldo mayoritario y lo busco con determinación. Ahora, dicho eso: me gusta construir Galicia teniendo en cuenta su pluralidad. Y en el campo progresista hay otra fuerza política con la que tenemos la disposición de seguir colaborando. Esta es una apuesta de largo alcance. La máxima autonomía no es incompatible con creer que es bueno compartir el proyecto, desde el respeto y la pluralidad, con el nacionalismo.
P. ¿La cohesión del PSdeG depende de que no haya baronías?
R. Depende de la "ga" de Galicia. La fuerza del partido es un proyecto homogéneo. Otra cosa es la operatividad electoral, porque las circunscripciones son provinciales. Pero esa es una cuestión profesional que no debe trasladarse a la política institucional [se refiere a la creación de estructuras provinciales en el PSdeG]. Mientras así sea, yo lo apoyo. Pero si lo traducimos en cuatro, seis u ocho proyectos, sería el final de nuestra idea de país.
P. ¿Qué papel ha jugado José Blanco?
R. Cuando ganamos el congreso de Ourense, ya estaba a mi lado en la tarea de refundar el partido en clave gallega. He seguido manteniendo una conexión muy directa con él y es un compañero muy querido. Nos ayuda en todo lo que puede, también en el contraste de ideas. Pero tiene un exquisito respeto por la autonomía: nunca hay de su parte una posición de interferencia. He recibido de él buenas ideas, también en este congreso.
P. ¿Por qué su interés en dotar al partido de una voz autónoma del Gobierno?
R. Es imprescindible que los partidos tengan una voz que contraste con las demás fuerzas y que no puede ser anulada desde la posición de Gobierno. Porque el Gobierno y su presidente son de todos. Si pensase sólo en mi partido, iríamos para abajo. Necesitábamos como agua de mayo fortalecer el partido con una voz propia y una estructura estable, e integrar a esa generación de entre los 30 y los 40 años.
P. El congreso puso de manifiesto un problema de incomunicación entre el partido y los conselleiros independientes.
R. Ha habido un ajuste en dos direcciones. El Gobierno toma nota y es sensible a esa demanda. Y el partido debe organizarse para garantizar una mayor fluidez en la comunicación. Pero insisto: hay que gobernar pensando en Galicia y en la gente.
P. En medio de ese debate, usted habló de redes clientelares citando al PP y al BNG.
R. Fue una reflexión muy interna, no tanto una crítica a otros partidos como una concepción de fondo. Yo jamás le miraré el carné a nadie. Algunos pueden tener la tentación de pensar: "Ahora que estamos nosotros, nos toca más". Pues es lo contrario. Esa es la diferencia entre la izquierda y la derecha. Siento un profundo rechazo ético a trabajar con mentalidad de red partidaria. Hay que hacer políticas de izquierda, pero no adueñadas por los de izquierda.
P. ¿Y tiene que pelear dentro del Gobierno para que no se caiga en esas tentaciones?
R. Es un ejercicio cotidiano. Forma parte de la naturaleza de los partidos. Pero no me tiembla el pulso.
P. ¿El compromiso de Zapatero con el AVE podrá acabar con el escepticismo?
R. Debe acabar. Ha sido una entrevista definitiva, la culminación de un sueño. A partir de ahí, todos sabemos lo que es una obra: duran 36, 40 meses... Pero ha sido fundamental que haya comprometido a Pedro Solbes y a Magdalena Álvarez. Zapatero va a dar el callo por el AVE. La ministra y yo nos veremos cada tres meses para revisar el proyecto, un seguimiento que no tiene ninguna otra comunidad. Y el Parlamento cumplirá sus funciones de control.
P. ¿No hay una obsesión con el AVE, como si fuese la solución a todo?
R. Salió de broma en la conversación con Zapatero: en España hay dos cuestiones nacionales, la selección de fútbol y el AVE. El acceso a la red de alta velocidad es imprescindible. Y es una obra monumental, de 11.000 millones. Ahora bien, hay cosas tan importantes: la educación multilingüe, el desarrollo sostenible, la protección del territorio... Por cierto, que ahora se ve nuestro acierto: si nos hubiéramos embarcado en la macrourbanización del litoral, a estas horas encabezaríamos las listas del paro.
P. ¿Lo de la financiación autonómica lo tiene más crudo?
R. Es que eso no se decide en una reunión bilateral, es una cuestión multilateral, aunque a algunos no les guste por razones ideológicas. Hablé a fondo con el presidente y le dije que apostamos por más autonomía, corresponsabilidad, suficiencia y por ajustarnos a la población, lo que incluye su dispersión y su envejecimiento. Lo entendía, pero en este tema estamos a medio camino. Hay todavía demasiada distancia entre la posición de Cataluña y la nuestra, la de Extremadura, Asturias o Aragón. Y yo no firmaré ningún acuerdo si no es bueno para Galicia.
P. La legislatura vasca acaba en marzo, la fecha que se pensaba para las gallegas. ¿Va a condicionarle esa coincidencia?
R. No me gusta dar pábulo a este tema, porque no es bueno que vivamos meses en clima preelectoral. Es una decisión que tengo que tomar y lo haré en clave de país. Queda tiempo. Las europeas se celebrarán el 9 de junio y las elecciones gallegas siempre han sido sólo gallegas. Pero no sé qué hará Ibarretxe.
P. Si se plantea ahora el debate es porque dirigentes del partido le han hablado de anticipar.
R. Sí, sí, sí, obviamente escucho, leo, vivo al día...
P. Habla.
R. (Se ríe) Hablo incluso, sí. Pero mi cabeza está en otras cosas. Iré madurando las ideas y decidiendo en función de que los gallegos puedan hacerlo [votar] como es debido.
P. ¿Cuál es su previsión del alcance y duración de la crisis?
R. No hay una profecía económica que no se haya confundido. Por ahora, Galicia está teniendo un comportamiento más razonable, pero vivimos en una economía global. Y la madre del cordero es el precio del petróleo. Con todas las cautelas, creo que hasta el verano que viene tendremos un año complejo que vamos a superar bien, porque estamos haciendo los deberes.
P. ¿Le inquieta la venta de Unión Fenosa a Gas Natural?
R. He estado en contacto con ellos. Se va a formar un grupo muy complementario y muy interesante para España, y, por tanto, también para Galicia. A los inversores que ya tenían una posición previa en la compañía les coge con el pie cambiado. Pero no lo considero un fracaso para nadie. Estamos hablando de economía de mercado, y la derecha, que tanto defiende el liberalismo, cuando hay una operación como ésta, echa de menos una varita mágica para ordenar. He quedado de verme con el presidente de Gas Natural, quien me ha transmitido que tendrá en cuenta lo que Unión Fenosa representaba y que no hay que temer por sus inversiones. Como comunidad, tenemos una buena relación con la nueva empresa.
P. PP y BNG amenazan con una pinza para la reforma del voto de los emigrantes.
R. El PP sabe mucho del voto de los emigrantes: le han importado un pito, salvo para traer su voto. Falta la primera ley que hayan hecho en su favor. Los derechos de los emigrantes tienen nombre exclusivamente socialista. La poca estructura de organización que poseen partió del Gobierno de Felipe González. Y con Zapatero se aprobó un estatuto de los residentes en el exterior. Las fotos de Fraga utilizando actos institucionales para pedir el voto son irrepetibles. El PP actúa con desfachatez, piensa que la emigración es su cortijo. Los emigrantes tienen derecho a votar, a ser posible en urna. Pero hace falta reformar una ley orgánica, con sus plazos y sus dificultades. Mi deseo es que pudiese ser para las autonómicas.
P. Usted habla del PP, pero el BNG es su socio.
R. El BNG no se ha privado de decir lo que piensa de los emigrantes, de su gran interés por que voten... Vamos a dejarlo ahí. Forma parte de su tradición y su pensamiento, que yo respeto. Estoy seguro de que cuando toque el proceso electoral, el señor Quintana explicará lo que piensa del voto de los emigrantes.
P. ¿Por qué han esperado tres años por reformas como la de la televisión?
R. Hacerse cargo de un país gobernado secularmente por la derecha es una tarea de largo alcance. No se puede hacer todo al mismo tiempo. Efectivamente, nos quedan cosas, pero estamos en ello.
P. ¿Entiende a los que ven poca determinación en el cambio?
R. Hay sectores de la izquierda, involucrados con el cambio, que tienen una lógica inquietud y quisieran ir más de prisa. También hay fuerzas retardatarias que quisieran que no se moviera nada. El cambio significa el proyecto de transformación política, social y cultural más importante de este país y tiene un recorrido que no se puede agotar en cuatro años. Hemos puesto las bases, y ahora necesitamos un tiempo de desarrollo. Pero hay cierta confusión. Cuando se dice "Galicia no se vende"... ¡Galicia se vendió toda la vida! Y ahora hay un Gobierno que la protege. Recibimos un país hipotecado y eso no se cambia de la noche para la mañana.
P. ¿Las fuerzas retardatarias eran más poderosas de lo que imaginaba?
R. En el terreno de los equipos, probablemente sí. Heredamos una Administración que tiene magníficos profesionales, pero la capacidad de atracción de personal cualificado es limitada. En lo demás, no. Eso sí, tenemos una derecha desgalleguizada. Yo no voy a echar de menos el modelo fraguista, pero aportaba al país creencia en sus propias fuerzas. Ahora viene una gente que parece más moderna, más urbana... y empiezan a romper los pactos por la lengua, hacen vida en los juzgados, lo que nunca se había hecho en Galicia. Pero no tengo más que agradecimiento para los empresarios, la gente de la cultura, los trabajadores... No he encontrado más que apoyo.
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