_
_
_
_
_
yo afectado
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

MI TINNITUS ES FRUTO DEL AMOR

Estamos en una terraza tomando un gin tonic. Verónica se pregunta qué estoy escribiendo en el posavasos. Se lo pregunta, pero no pregunta. "Uf, qué mal huele; vámonos", dice. Pero yo me quedo, porque estoy escribiendo sobre el olor. Huele a cloaca, a aguas fecales, a inmundicia. Y al principio provoca mucho rechazo. Pero si esperas y dejas que el olor penetre hasta lo más hondo de ti, empezarás a sentir un gran alivio. El olor a mierda ajena hace que dejes de oler tu propia mierda. Respira hondo, Daniel, respira. Llevo 10 meses con Verónica. Llevo 10 meses preparando y rodando mi película. Llevo 10 meses con un tinnitus (un pitido agudo y constante en el oído izquierdo). Llevo 10 meses pensando que me voy a morir. Mi padre marcó mi infancia con una frase: "Todo lo que se empieza hay que acabarlo". Mi mierda no es que si me muero no acabo las cosas, es que si no acabo las cosas, me muero. Si no acabo mi película, soy un mierda. Si fracaso con Verónica, estoy muerto. Por eso tengo un tinnitus. Mi tinnitus es como el olor a mierda ajena, es mi droga; lo necesito para impedir que las cosas que realmente me importan me bloqueen. Mi tinnitus me molesta, me machaca día y noche, pero, sobre todo, no me deja escucharme. Lo necesito para no morir, para llegar al final. "Tranquilo, precioso, cuando acabes la película, se te irá el pitido", asegura Verónica. Mi tinnitus empezó después de pasar una feliz noche en su casa. Es fruto del amor. Mi tinnitus es mi penitencia por hacer y tener las cosas que quiero. Es el precio de la vida. Y espero que me acompañe durante muchas películas y durante una sola Verónica. "¿Ya has terminado de escribir?", pregunta. "No, mi amor, no he terminado de escribir. Nunca terminaré de escribir". Ella me besa y pedimos otro gin tonic, dejando que el olor a mierda ajena amortigüe los inevitables fallos de nuestro amor verdadero.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_