Panegírico del trabajador

Por alguna extraña razón, el mundo siempre ha estado del revés, pues quienes, como Atlas redivivos, lo llevan sobre sus hombros, que son los trabajadores, son quienes suelen ocupar la base de la pirámide social. Si mañana los pescadores no pescaran, los conductores no condujeran, los obreros no construyeran, etcétera, todo este invento se iría al garete.

Y es evidente que tales reglas de juego les son impuestas, pues nadie negociaría a la baja y en su contra sabiendo que tiene la sartén por el mango.

Siempre son los trabajadores quienes han de hacer de colchón a las fluctuaciones económicas. Si la época es de bonanza, se les dice que no se les puede subir el sueldo porque se dispara la inflación. Si es de crisis -creada por oscuras maquinaciones, especulaciones e intereses de quienes sólo ambicionan poder y riqueza-, han de apretarse el cinturón y ser objeto de todas las imposiciones y restricciones, como pagar más impuestos, trabajar más horas, atrasar la edad de su jubilación, vivir en la incertidumbre de si van a conservar su puesto laboral y soportar como puedan la subida incontrolada de los precios.

El por qué las cosas, de una u otra forma, han sido siempre de esa manera, es para mí el mayor misterio de este mundo.