'Palante' y 'patrás'
Frente a la Fundación Gomaespuma, en un solar del barrio madrileño de La Ventilla, crece un arbusto de mariposas. Un amasijo silvestre de hojas lacias del que cuelgan unas florecillas malva que atraen poderosamente a los lepidópteros. Réplica exacta, en versión silvestre, del ejemplar que presidía el jardín de la casa que habité en un pueblecito a cien millas de Manhattan. La misma Buddleia davidii que tantos años he asociado con la frondosidad del Estado de Nueva York, sin sospechar que crecía y se multiplicaba también entre nosotros. El hallazgo de mi ignorancia me ha traído el recuerdo de María, una chica de Neguri que me mostró emocionada en Londres una flor inglesa que la fascinaba. Se llama poppy, me dijo. Y en cristiano amapola, le repuse, y en España, María, crecen hasta debajo de las piedras. Ah, pero es bonita. Claro, es preciosa.
El mundo consiste en un puzzle y, como solemos movernos por un total de dos o tres fichas, no resulta fácil hacerse con el dibujo completo. De ahí las conclusiones apresuradas. Las tesis erróneas. A veces ocurre, sin embargo, que alguien es abducido por los marcianos o viaja o emparenta con otra tribu y amplía de golpe la visión territorial del rompecabezas. Pero el conocimiento no se hereda sin esfuerzo y el tiempo se encarga de devolver a su estirpe, siempre vaga, a la ficha primitiva. Zapatero propuso una Alianza de Civilizaciones que no contenía una sola línea de pensamiento que no hubiese recogido Alfonso X, un sabio toledano que reinó sobre musulmanes, judíos y cristianos al comienzo del siglo XIII. Repetimos la historia. Quizá el invierno deba encargarse de borrar las huellas de los amores de verano para que puedan surgir las mismas sensaciones en el siguiente estío. Tal vez. Sea como fuere, la humanidad marcha como la televisión interactiva: palante, patrás, pausa.
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