El acelerador y el freno
Unzue y su equipo viven el primer Tour sin Echávarri
Ayer, en París, el día amaneció nublado. Cielo gris, olor a niebla, último día del Tour y un cierto sabor a nostalgia, los ingredientes perfectos para recordar tiempos pasados. Así lo hizo Eusebio Unzue, director del Caisse d'Épargne, que vive su primera grande boucle de soltero, como dice él. Así lo hicieron Txente e Ivan Gutiérrez, dos de los veteranos del equipo, que, como Eusebio, han vivido el primer Tour sin José Miguel Echávarri. Uno, el primero, fue el acelerador. El segundo, este último, el freno. Del mismo coche, claro. Por eso, dicen, han funcionado bien.
Echávarri se despidió del ciclismo a principios de año. No se había perdido un Tour desde 1983. Y ahora irrumpió, pero sólo de visita, en Pau, en el día de descanso, para celebrar los sanfermines con un buen rabo de toro. "Era él quien nos regalaba los pañuelos rojos. Bajaba durante el desayuno y nos los repartía", recuerda Txente; "esta vez, nada: aparecieron por ahí, en el autocar".
Especial del Tour de Francia |
"Con él siempre tenías la sensación de estar debajo de un paraguas permanentemente abierto, lloviera, nevara o hiciera sol", resume metafóricamente Unzue. "Parecía que nunca estaba, pero, cuando menos te lo esperabas, aparecía. Igual que un duende", relata Gutiérrez. El acelerador y el freno se repartían el trabajo. "Yo me despreocupaba de todas las cosas paralelas, del Pro-Tour, la UCI y lo demás, y José Miguel lidiaba con ellas y me pasaba las cosas ya filtradas", recuerda Unzue. Los hábitos, eso sí, no han cambiado en los últimos 28 años, en los que Eusebio y José Miguel han ido marcando su propio estilo: "Su ausencia en esas cosas no se ha notado. Ha sabido delegar y dejar las cosas bien enfiladas".
Pero el ciclismo es un deporte de códigos, de imágenes, de compartir emociones y saber transmitirlas. "Yo he notado que faltaba la presencia de alguien; de una figura que, sin molestar, siempre estaba para decirte una palabra", comenta Iván. Y a Txente no se le va de la cabeza una imagen: José Miguel sentado en el autocar en el aparcamiento de los equipos al final de la etapa: "En las primeras etapas con esas llanuras tan peligrosas, con esa tensión que se respira, él siempre estaba allí sentado esperándote para saber si había salido todo bien. 'Bueno, ¿qué?, ¿muchos nervios? ¡Bah, muy bien! ¡No os habéis caído!', eran sus frases".
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