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Tribuna:DOS NOTAS SOBRE LOS SOCIALISTAS VALENCIANOS
Tribuna
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De julio a septiembre (y 2)

Los socialistas valencianos tienen que renovarse o morir. Si se renuevan, han de hacerlo para gobernar una comunidad con unas competencias claras que sólo tiene sentido asumir si se conocen sus límites. Asumir las competencias autonómicas y municipales -todas las competencias, pero sólo ésas- significa que los socialistas valencianos asumen que gobernar equivale a tener una oportunidad para servir. El partido tiene que ser usado como instrumento fundamental para la participación política. Un poder ilimitado, o el delirio de un poder ilimitado, por el contrario, es esencialmente inútil: la reclamación de cotas de autogobierno ilimitadas sólo conduce a la impotencia, y la impotencia es pródiga en gestos suntuarios, como la cláusula Camps o la confusión entre la estructura federal del Estado autonómico español y una confederación de rasgos premodernos. Un poder limitado es, por el contrario, útil y preciso: sabe lo que puede hacer y lo hace; reconoce con franqueza lo que excede a su capacidad de gobierno y busca la colaboración de otros poderes limitados como el suyo. Esta concepción limitada del poder tiene que reflejarse en la propia organización de un partido político moderno. Los socialistas valencianos han de forjar en septiembre un nuevo partido: sin aparato y abierto a la sociedad, con una burocracia mínima y una orientación plural, con pautas claras respecto a la eficacia de las funciones internas y coherente con el socialismo estatal e internacional. Un partido político que sepa transmitir, dentro y fuera de su organización, una enseñanza.

Una nueva generación de socialistas valencianos tiene que aspirar a gobernar en la Comunidad Valenciana: en los municipios, en las diputaciones, en la Generalitat. Tiene que hacerlo sin complejos de inferioridad, porque todos los gobiernos autonómicos en España son equivalentes. Los socialistas valencianos son socialistas, y la sociedad valenciana es diversa y se compone de hombres y mujeres de todas las procedencias culturales y religiosas.

El discurso de los socialistas valencianos es el discurso de un socialista que vive en la Comunidad Valenciana y al que le preocupa cómo puede ganarse la vida en común, sin excluir a nadie, preservando los ideales regulativos de la libertad y de la igualdad, comprendiendo el sentido de las normas y el tiempo de su aplicación. El discurso de los socialistas valencianos se dirige a varios millones de seres humanos que han decidido vivir aquí por razones muy diversas y a veces, simplemente, por necesidad y no por una libre opción. El discurso de los socialistas valencianos se dirige a todos ellos. No les exige unas señas de identidad. Los reconoce porque están aquí y, como están aquí y lo están ahora, son valencianos. Son ciudadanos con problemas de salud, con preocupaciones económicas, con necesidades educativas -la necesidad más acuciante de todas- que han de resolverse favorablemente con los medios de los que dispone una administración moderna. Ése es el discurso socialista, cuya perspectiva es común. Si ha de haber un gobierno, que gobierne y que lo haga bien, atento a las fuentes de riqueza y a su distribución justa, a la interdependencia y el libre juego de la imaginación económica en todos los ámbitos, de la Comunidad Valenciana al Estado y la Unión Europea, en un mundo globalizado.

El discurso de los socialistas valencianos es el resultado de una organización. La falta de discurso de los socialistas valencianos será el resultado de una organización defectuosa. A los socialistas valencianos les correspondió estructurar una sociedad salida de la tiranía. La transición, la Constitución, el Estatuto de Autonomía y la progresiva asunción de competencias han demostrado la capacidad de los socialistas valencianos para hacerse cargo de la administración política de la sociedad. Una generación entera hizo falta para que apareciera la Comunidad Autónoma valenciana. La alternancia política, normal y deseable en una democracia moderna, ha dejado al descubierto, sin embargo, algunas anomalías. La principal tiene que ver con la equivocación sobre la identidad de la sociedad valenciana y su representación. Una sociedad democrática no puede ser retrospectiva ni dedicarse a levantar los sepulcros de los padres. Ninguna formación política puede ser hegemónica en una sociedad democrática ni aspirar a serlo en ningún terreno. En la práctica, eso sólo produce una oligarquía.

Pero esa anomalía tiene, en la propia concepción normativa de la democracia, un horizonte limitado: la historia es injusta siempre por comparación con las exigencias del presente. Mucho más importante es encontrar la voz del discurso, la representación adecuada con la que una segunda generación de socialistas valencianos tiene que presentarse ante la sociedad. Hace falta tanto una renovación argumental -en la medida en que ninguna idea política ha quedado intacta tras la llegada de la democracia, que es siempre una tarea conceptual inacabada- como una renovación personal. Está en juego la normalidad de la democracia. La salida de la tiranía fue una situación excepcional. Las transiciones generacionales no pueden ser excepcionales. La capacidad de transmisión de las enseñanzas políticas en democracia es el índice de su sabiduría social. Hay que saber enseñar y hay que saber aprender. Los socialistas valencianos son socialistas, pero la sociedad valenciana no es la misma sociedad que se constituyó a sí misma hace treinta años, sino una sociedad que quiere seguir siendo radicalmente democrática. Es el momento de una segunda generación constitucional, autonómica y socialista, preparada para hacer frente a un mundo globalizado económicamente, pero aún despiadado. En septiembre han de ser visibles los nuevos socialistas valencianos.

Josep Maria Àngel Batalla es alcalde de L'Eliana. Antonio Lastra codirige La Torre del Virrey. Revista de Estudios Culturales.

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