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La acústica de Bonaval estropea el Beethoven de la Filharmonía

El concierto del pasado domingo en Bonaval, dentro del festival Via Stellae, tenía por título Heroica, como fue la actitud de parte del público: heroica y resistente. También lo es Beethoven, que puede con todo, según opiniones. Parte del auditorio las justificó con su actitud para la diversión: aplausos y bravos a tutiplén, y tan pimpante a casa tras culminar la liturgia del rito social llamado concierto. Tampoco faltaron quienes lo enjuiciaron con rigor; sus buenas razones tenían.

La acústica y su reverberación de cinco o más segundos en fortissimi no es para Beethoven. La Real Filharmonía hizo lo que pudo, como los solos de oboe en la Marcha fúnebre, de gran sonido y expresión, y los esfuerzos de la concertina tirando del carro hacia la rodada buena, la de la precisión rítmica, necesaria siempre e imprescindible en la Séptima.

Desde el podio, Andrea Marcon se empeñó en abandonarla, impreciso, con tempi atrabiliarios y una dinámica brusca sin verdaderos matices expresivos.

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