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Reportaje:

Surcar el mar con una copa

Los veleros se han convertido en un sitio más donde disfrutar la noche

Juan Diego Quesada

La brisa marina y un cóctel con aperitivo mientras se pasea por la costa andaluza a bordo de un velero. Cada vez son más las empresas que ofrecen a sus clientes la posibilidad de organizar fiestas en barcos de lujo o sencillamente tomar unas copas en la primera embarcación que esté dispuesta a zarpar. La diversión nocturna también navega desde los puertos de la región hasta perderse en el horizonte.

Los barcos suelen quedar amarrados durante la fiesta, es difícil navegar de noche y también se hace por motivos de seguridad. Las marcas internacionales han puesto de moda utilizar los yates y los veleros para organizar reuniones de ejecutivos o hacer lanzamientos de productos. Ofrecen una recepción a los invitados con azafatas y marineros y, tras el acto, realizan una pequeña excursión por la costa.

El Vagabond tiene 12,8 metros de eslora y 3,90 de manga. Es un velero con un servicio de bar con todo tipo de bebidas, incluido el champán. Está dispuesto a salir a cualquier hora. Y su patrón afirma que si es de día, es probable ver delfines y tortugas.

Otra opción es organizar una despedida de soltero durante un fin de semana en una embarcación. A Ramón Alvargonzález, propietario de una empresa de alquiler de veleros en la Costa del Sol, le gusta decir que "es una vida de ricos a un precio de gente normal". El alquiler de todo un fin de semana de un velero para ocho personas suele rondar los 1.600 euros, incluido el capitán de yate. "No sale caro. Si traen la comida y la bebida, ya que aquí hay nevera y horno, les cuesta menos que alquilar un hotel y pagar cenas", sostiene Alvargonzález.

Es viernes y empieza a oscurecer en el puerto de Benalmádena. José Luis, de Sevilla, se casa el próximo 9 de septiembre y sus amigos lo han traído a ciegas hasta el puerto. Traen su propia bebida, harán una fiesta esta noche y mañana el capitán navegará con ellos desde las diez de la mañana hasta el atardecer. Alvargonzález les aconseja no navegar muchas millas por la resaca. "Cliente mareado, cliente que pierdes", dice.

Esta noche también se han acercado hasta el puerto un grupo de amigos de Palma del Río (Córdoba). Su amigo Nicky pisará el altar apenas dentro de dos semanas, el 2 de agosto. Se enteran de que al día siguiente llegan unas chicas que han alquilado para celebrar también una despedida de soltera, y proponen que los capitanes naveguen juntos en alta mar. Se frotan las manos. "Espera", razona uno de ellos, "¿no iban a venir también nuestras novias a Benalmádena?". "A que son ellas, no fastidies", agrega su compañero, y le piden a Alvargonzález que compruebe el nombre de quién alquila el velero. No es la novia, por fortuna.

Enfrente, en un velero de mayor envergadura, las azafatas que trabajan para una marca de ron ofrecen bebida mientras bailan en la cubierta. Ya es casi medianoche. Un barco chino surca las tranquilas aguas y de fondo se escucha una música que se mezcla con la que proviene de los pubs de moda más cercanos. Los veleros atracados en los puertos deportivos han olvidado ya lo que es dormir de noche.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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