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Crónica:'sticky fingers' | el tiovivo
Crónica
Texto informativo con interpretación

HISTERIA

Jordi Soler

El Diario de Andy Warhol tiene 800 páginas de prosa intergenérica, a veces parece un libro de memorias y otras un catálogo de personajes; aunque quizá no sea más que la repetición machacona de la misma idea, justamente como su famosa serie de Marilyn Monroe, donde la misma rubia se va reproduciendo, idéntica a sí misma, en distintos colores. El libro permaneció cuatro meses en la lista de best sellers del The New York Times, en 1991, un fenómeno perfectamente explicable pues sus 800 páginas están plagadas de nombres y apellidos de personas que salieron disparadas a comprarlo para buscarse en el índice onomástico, para comprobar en carne propia esa máxima del mismo Warhol que dice que en el futuro todos seremos famosos durante 15 minutos; una lúcida máxima que, sin ánimo de ofender, es su obra más lograda.

En ese copioso índice onomástico, que bien podría publicarse como un libro aparte, aparece Bob Dylan, de manera fugaz pero insidiosa. El 13 de julio de 1985, Warhol escribe en su diario: "para mí Dylan nunca fue real, sólo imita a la gente real y las anfetaminas son las que producen la magia. Gracias a las anfetaminas puede copiar las palabras adecuadas y hacerlas sonar correctamente. Pero ese muchacho nunca sintió nada, yo nunca le creí". El 14 de noviembre de ese mismo año, Andy nos cuenta de una fiesta en casa de Yoko Ono y de su novio Sam. Como de costumbre la conversación y la fiesta completa giraban alrededor de Bob Dylan; quizá por esto el autor intelectual del arte pop no tenía muy buena opinión de él. Andy se da gusto criticando con acidez a los invitados de Yoko; David Bowie lo decepciona porque asiste vestido con un traje muy conservador y Madonna le parece una mujer rara porque a la hora en que todos se quitaron los zapatos, ella manifestó que antes que los pies prefería enseñar los pechos, una preferencia extraña, en efecto, pero irreprochable e incluso digna de auparse. Por cierto ¿qué pasa en las fiestas de Yoko Ono que a cierta hora todos se quitan los zapatos?

Siete años antes, en junio de 1978, Andy narra la fiesta de verano de Nona Gordon, en donde Bob Dylan, el invitado de honor y el más listo de todos, escogió un rincón oscuro de la casa para sentarse a beber Jim Beam a morro. En algún momento Dylan intercambió el Jim Beam por el morro de Bianca Jagger e inmediatamente después le propuso seguir la fiesta en otro sitio menos concurrido. Dylan había aparcado en la calle su vehículo, que en esa época, a saber por qué, era un autobús desvencijado. "Y qué insultada se sintió (Bianca) cuando se enteró de que él (Dylan) no tenía una limusina para ella"; escribe Andy sin poder ocultar ni su insidia, ni su histeria.

Andy Warhol, fotografiado en Nueva York en 1976.
Andy Warhol, fotografiado en Nueva York en 1976.AP

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