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Reportaje:EL RINCÓN

Torbellino Paul Smith

Paul Smith está sentado junto a los recepcionistas, hablando por teléfono. Que el jefe pase por recepción y conteste llamadas no es muy común, pero en las oficinas londinenses del diseñador, en las inmediaciones de Covent Garden, nada se ajusta a los parámetros convencionales.

El despacho de Smith es una amplia y luminosa habitación atiborrada de libros, fotografías, obras de arte y trastos. "Mirad y tocad lo que queráis", dice mientras cuenta anécdotas sobre lo que se va encontrando a su paso: un libro de su amigo Paul Weller, una cámara Rolleiflex antigua que pertenecía a su padre o lienzos de un estudiante de Bellas Artes que recibió una de las becas que financia el diseñador. En una esquina está apoyada la bicicleta que usa para ir a trabajar. Tiene cuatro oficinas repartidas por el mundo: en Londres, París, Milán y Tokio. "Mis días son muy diferentes entre sí, viajo siete meses al año. Pero cuando estoy en Inglaterra, intento nadar de seis a siete de la mañana y llegar a la oficina a las siete y media. A esa hora todo está en silencio. Paso un rato tranquilo y puedo hablar con mi oficina en Japón. A las nueve tengo mi primera reunión". A partir de entonces, se desata el torbellino Paul Smith, que lo mismo escoge colores para una nueva colección, que explica una nueva idea a sus ayudantes, que fotografía a una estrella de rock. "Como se percibe en esta habitación, no sólo me interesa la moda. La ropa es una parte muy pequeña de mi vida. Me gustan el arte, el diseño, la música, las tonterías, los objetos bellos".

Smith está acostumbrado a trabajar en compañía. "Hoy he comido con el escritor Hanif Kureishi. Viene a menudo. Piensa que estoy loco, y ya se sabe cómo son los escritores, constantemente indagando en las mentes de los demás". Smith señala una gran mesa de palisandro: "Mis ayudantes me riñen porque no mantengo la mesa ordenada. Nunca organizo reuniones en restaurantes. Recibo aquí, con una comida informal. Sirvo sándwiches, jamón, remedos de tapas".

Paul Smith lleva siempre diseños propios, "porque me salen gratis", explica riendo. Su primer profesor de confección fue un sastre militar "especializado en uniformes ceremoniales. Sabía mucho sobre cómo vestirse para verse importante y elegante". De aquella época le viene su fascinación por lo artesanal. "Me gusta ver puntadas irregulares, cosidas a mano. En mi tienda de Notting Hill ofrezco trajes a medida, y para mis diseños prêt à porter intento encontrar empresas que hagan ojales o bordados a mano. Es una reacción a la producción en masa de la actualidad".

La visita termina con un paseo por sus salas de muestras, con el diseñador acarreando la cámara de la fotógrafa: "Soy un caballero inglés", protesta cuando se le quiere relevar en la carga. Smith apunta bolsillos, descubre forros y levanta cuellos: "Para presentar colecciones hay que organizar desfiles. Pero en la pasarela no se aprecian detalles. Mi ropa es de distancias cortas".

Paul Smith, en su oficina de las inmediaciones de Covent Garden, en Londres, el pasado mes de junio.
Paul Smith, en su oficina de las inmediaciones de Covent Garden, en Londres, el pasado mes de junio.CARMEN VALIÑO

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