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hamaca de lona | literatura
Columna
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'Carpe diem'

Manuel Rodríguez Rivero

Ya se sabe: el verano relaja, y el verano absoluto relaja absolutamente. Tan pronto como veía despelotarse a la gente, mucho antes de que las playas del mar color de vino se convirtieran en lo que un amigo guiri llama "sopa de tetas", mi abuela solía exclamar: ¡qué ordinario es el verano!

Y lo es, sin duda. Hasta los editores pierden la compostura que tradicionalmente se les atribuye. Ahí tienen, por ejemplo, el invento de los "libros acuáticos" de Punto de Lectura. Recogiendo un anhelo de la humanidad que se remonta probablemente a la época de transición entre el rollo y el códex, el sello de Santillana acaba de presentar esa fascinante novedad "que va a revolucionar los hábitos de lectura". Y, de hecho, así lo anuncia su motto: "mójate leyendo". Perfecto. ¿Quién no ha soñado con un tebeo o libro que pudiera leerse en la bañera? Bueno, pues ahí lo tienen: libros impermeables impresos en papel sintético a base de resinas plásticas y fibras inorgánicas, y con tinta a prueba de agua, como el rolex de oro que lleva ese señor tan grueso (¿un constructor?) que chapotea en primera línea de ola.

Por fin podemos leer a Millás, Rojas Marcos o Laura Esquivel mientras sumergimos nuestros cuerpos pringados con protección 16 en el mismo ámbito caldoso en que lo hacen millares de simpáticas medusas. No es poco progreso, reconozcámoslo. Sobre todo ahora, cuando tañen las campanas que tocan a muerto por el libro que hasta ahora conocíamos.

Carpe diem. Disfrutemos de esos libros acuáticos de sucedáneo de papel mientras podamos. Porque cualquier día de estos, cuando nos sumerjamos con las gafas y el tubo respiratorio buscando mejillones en algún rincón de nuestra bravía costa, quizás nos sorprenda encontrarnos con otro buzo leyendo tranquilamente una novela de Zafón en un Kindle o Sony Reader. Y también a prueba de agua.

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