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Análisis:ANÁLISIS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El último mago

Ramon Besa

Al igual que en su día Rivaldo, y también con el tiempo Ronaldo, Ronaldinho se va al Milan, como si San Siro fuera el purgatorio de los jugadores brasileños expulsados del Camp Nou por el Barcelona, un club tan enamoradizo al principio como aborrecible al final para los futbolistas que vienen de fuera, sorprendidos generalmente por la pasión de la afición azulgrana. Pasional por naturaleza, al club catalán le van las historias duras, la fidelidad y el adulterio, la querencia y el odio, la traición y la venganza, el desgarro. No es por casualidad, ni tampoco responde a un eslogan comercial, que el Barça sea "més que un club".

La historia de Ronaldinho en el Barça acaba y empieza con el Sevilla. El Gaucho se presentó en el Camp Nou con un gol de bandera en la portería de Notario. Tomó la pelota de la mano de Valdés en su propia cancha y no paró hasta que la puso en la escuadra derecha de la meta contraria. Fue una jugada antológica en una noche de verbena, pasada ya la una de la madrugada, la mejor hora para las brujas y los magos, el momento de plena efervescencia de Ronaldinho. El cuento de hadas acabó cuatro años después en el estadio Sánchez Pizjuán cuando Ronnie falló un penalti ante Palop que bien pudo valer una Liga.

Nunca tuvo término medio, así que o marcaba las diferencias o se convertía en un estorbo

Ronaldinho murió para el barcelonismo a balón parado, cuando decidió resolver los partidos en una acción de estrategia, como si los títulos se decidieran a la salida de un córner o una falta. Ocurre que cuando se tienta a la suerte hay que ser infalible, y el Gaucho falló el remate más sencillo y más exigente del fútbol. Ya no hubo más noticias del brasileño en el campo, salvo una chilena en el Calderón que resultó tan estéril como el gol maradoniano de Messi contra el Getafe, jugadas que alimentaron el culto al futbolista en detrimento del juego de equipo, presa del egoísmo, alejado de los tantos solidarios de Eto'o o Larsson.

Rutinario en los tiros libres, Ronaldinho fue imparable con el balón en movimiento. Nadie ha superado su gol en Stamford Bridge, cuando armó la pierna como si fuera un palo de golf, o el tanto que le metió al propio Milan en el Camp Nou después de perforar a los centrales rossoneri, o los dos eslaloms que se marcó en el Bernabéu ante Casillas, que flipaba mientras los hinchas blancos aplaudían con señorío. El 10 interpretó mejor que nadie el fútbol de la mítica delantera brasileña de los setenta. Ronnie tenía un poco de Jairzinho, una pizca de Gerson, algo de Pele, un trozo de Tostao y la pierna de Rivelino.

Los gestos técnicos de Ronaldinho fueron tan espectaculares como inéditos, y precisamente por su originalidad y dificultad se entiende que no eran ejercicios de repetición. Hubo un día en que las espaldinhas y las elásticas se tornaron en jugadas fallidas, como si hubiera envejecido de golpe y fuera incapaz de adaptarse a su propio juego. Nunca tuvo término medio, así que para bien o para mal condicionó la alineación, de manera que marcaba las diferencias cuando estaba en forma o se convertía en un estorbo cuando le pesaba la barriga. Al Gaucho le pudo el abandono, deshonró el brazalete de capitán y acabó por traicionar al oficio.

De la misma manera que Kubala se recuperaba en una bañera de las noches locas, Ronaldinho se refugiaba en el gimnasio para recuperar las horas de sueño. No ha escapado a la leyenda negra de las figuras azulgrana. A Samitier se le recuerda su deserción al Madrid; a Kubala se le culpa del traspaso de Súarez; de Cruyff se cuenta que sólo sacaba los fueras de banda tras el 0-5 de Chamartín; de Maradona fue un sospechoso desde que contrajo una hepatitis; a Rivaldo se le recriminó que se cobrara los goles en dólares; Romario ganduleaba; y a Ronaldo se le tomó un pagano mal asesorado.

La historia explica que para formar parte de la mitología culé hay que abandonar el club por la noche, sin mediar homenaje y con un punto de distanciamiento. El cariño se reserva para los futbolistas más épicos, jugadores del estilo de Pujolet, Migueli o Neeskens, gente combativa y representativa del santo grial, de la imagen que el catalán medio se forma de sí mismo, como decía Vázquez Montalbán. Ronaldinho figurará en el altar del Barcelona porque su obra ha sido propia de un genio. El círculo virtuoso jamás habría rodado sin el ritmo vital de Ronaldinho.

La sonrisa de Ronnie fue tan contagiosa como su melancolía, prueba inequívoca de su ascendente sobre el club, por más que se siga discutiendo sobre quién le debe más a quién: si el jugador al Barça o el club al futbolista. Su grandeza va más allá del gesto surfero con el que se ganó a la gente del fútbol. La cosa más banal se convertía en extraordinaria a pies del mago Ronnie. Así que, los lobos continuarán aullando de noche en el Camp Nou aunque Ronaldinho juegue en San Siro como cantó Joaquim Maria Puyal. "Gauuuuuuuucho".

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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