"Es un premio a mi tenacidad"
Piepoli gana su primera etapa en el Tour con 36 años y el Saunier lidera tres clasificaciones: equipos, montaña y mejor joven
"Duermo con algo de miedo en el cuerpo porque Leo es tan feo que si me despierto por la noche y le veo la cara me acojono". La broma del día es, cómo no, de Riccardo Riccò, compañero de habitación de Leonardo Piepoli, quien ayer, con 36 años, consiguió su primera victoria en el Tour. Lo hizo, él sí, sin asustarse, sin miedo, plantando cara a lo que más miedo da en los Pirineos: Hautacam. Hautacam, la larguísima subida que curva tras curva parece no terminar nunca. Hautacam, donde Miguel Indurain sucumbió ante el ataque de Riis en 1996. Hautacam, allí arriba donde ni siquiera hay árboles, sólo un viento tan frío que hiela las piernas.
Que se lo pregunten si no a Frank Schleck, que nada más cruzar la meta se cayó de la bici y buscó apoyo contra una valla antes de ser atendido por los médicos y tapado con una manta. Que se lo pregunten si no a Leo Piepoli, que se tomó dos botellas de agua en un plis-plas. "Es el sueño de toda una vida, un premio a mi tenacidad, la que he puesto siempre desde que monté en bici", dijo emocionado el ciclista italiano. Esa misma tenacidad la traslada a la vida cotidiana -"eso es más importante que una bicicleta", dijo-. Y, de hecho, el año pasado abandonó la Vuelta sin pensárselo dos veces para estar al lado de su mujer, que tuvo problemas durante el parto. El pequeño Ianis, que nació sin complicaciones, ahora tiene 10 meses. A él dedicó Piepoli su victoria. "Es tan pequeño que no se entera de nada, pero un día espero poder enseñarle el vídeo de esta etapa, siempre y cuando no acabe prefiriendo el porno", bromeó el trullo volante.
Para el italiano, el grupo español es aún el "equipo pequeño de todos los días"
Especial del Tour de Francia |
Ayer aguantó junto a Cobo el ataque del mayor de los Schleck cuando quedaban 10,7 kilómetros para la meta. 5.000 metros después le devolvió la jugada al luxemburgués. Lo dejó clavado. Sin embargo, se dio cuenta de que podía cumplir el sueño de una vida sólo cuando pasó por debajo de la pancarta de los tres kilómetros. "No tenía idea de cómo estaban los de atrás, si había conseguido distanciarlos o estaban cerca. Tampoco sabía si iba a poder aguantar porque después del Giro estuve dos semanas sin entrenarme [por unas costillas rotas] y en la subida al Col d'Aspin del domingo sufrí bastante", se sinceró. "Cuando nos quedamos con Schleck acordamos trabajar para él, que luchaba para el maillot amarillo y quedarnos nosotros con la etapa, pero al final se descolgó", explicó Cobo.
Al final fue él, el bisonte de la Pesa, un barrio de su pueblo, Cabezón de la Sal, y no Riccò como había prometido, el que le echó la mano más grande. "Riccardo no podía más. Me dijo que no tenía fuerza para seguirnos. Le dije que fuera listo e inteligente, que sufriera y se limitara a defenderse", comentó.
Gracias a sus consejos, la cobra aguantó con el grupo de los favoritos: Evans, Menchov y Sastre. Y gracias al doblete Piepoli-Cobo el Saunier Duval no sólo se apuntó la tercera victoria en este Tour, sino que también lidera tres clasificaciones: la de la montaña y del mejor joven -Riccò viste el maillot de lunares y el blanco- y la clasificación por equipos. "En el Giro la gente decía que estaba Riccò y nada más, que el Saunier era un equipo de mierda. Y ahora, igual que pasa con el fútbol, ganas y te ponen por las nubes", se quejó Piepoli, para quien el conjunto español sigue siendo el mismo "equipo pequeño de todos los días". Y él se siente especialmente orgulloso de ello: "Junto a Cobo y Marchante
[que no está en el Tour por una colitis] formamos el núcleo duro, somos los que estuvimos desde que echó a andar".
No es de extrañar que Piepoli sea la voz sabia dentro del Saunier. "Los más jóvenes se fían de mí y me escuchan. A mí lo que más me importa es impedir que ellos cometan los mismos errores que yo. Les doy los consejos que me hubiera gustado que me diesen a mí", dijo ayer antes de despedirse de Hautacam. En el hotel le esperaba una botella de champán, como la que se abrió el día anterior para celebrar la victoria de Riccò.
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