_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Turismo y Cultura

Se ha plantado entre nosotros esa cosa fantasmal pero contundente llamada "crisis" y se nota. Uno escucha lamentos de que este año viene poco turista y se mira hacia arriba y el cielo tiene nubes y claros pero pocos aviones. Llegan menos turistas a nuestros tres aeropuertos.

Pero leemos en una pared "O turismo é colonialismo", y reflexionamos: es verdad, puede serlo. A veces lo sentimos como una ocupación que arrasa la vida local, la vida propia, pero recordamos que en Nueva York hay turistas por todas partes, el turismo es allí un gran motor económico, y sin embargo es NY, su cultura, marcas, modas, lengua..., la que nos coloniza a todos. Parece ser que el turismo es más o menos perjudicial o provechoso dependiendo de las relaciones de poder.

Una atracción que se llama Cidade da Cultura debe de tener, sobre la economía, un sentido más amplio

El país con poder se aprovecha del turismo, recibir turistas le permite incluso exportar su imagen y su cultura, pues sus visitantes actúan como agentes transmisores a su servicio, se llevan con ellos productos del país y un mensaje cultural. Son los países débiles los que se dejan destruir por los visitantes. Eso sí, el turismo transforma los lugares, los vacía, nos da su dinero a cambio de pedazos de alma. Eso hay que saberlo, es la letra pequeña del contrato, querido Mefistófeles.

La crisis afecta y va a afectar más al turismo, esa fuente de ingresos para tantas personas. Los gobernantes tendrán que inventar maneras de atraer el turismo a nuestras ciudades, puertos, rías, campos dejados a xestas y eucaliptos y montañas horadadas por canteras.

Hoy la gente viaja por los motivos más extraños, una de las cosas más sorprendentes es ver cuánta gente va a Bilbao para ver un edificio o un museo, lo que es bien raro, sin duda un verdadero logro de la comunicación. Pero nosotros estamos aquí construyendo un gran complejo de edificios, museos y cosas por el estilo, así que es razonable esperar que también consigamos atraer turismo. Porque de eso se trata, la Cidade da Cultura nunca trató de ser un foco de creación cultural, eso se hace con talento y trabajo, muchas veces en soledad, no con dinero. Su naturaleza es la de un evento permanente, una máquina de generar atracción turística.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Hay algo de brutal en el proyecto, uno preferiría que se separase la palabra cultura del poder, pero entonces no tendríamos prácticamente nada de lo que hoy consideramos cultura, desde las obras pintadas o compuestas por encargo de Leonardo, Miguel Ángel o Bach hasta lo escrito para el público de masas por Shakespeare, Cervantes o Mozart. Hay otras obras en los márgenes del patrocinio o el mercado pero, aún siendo razones contrarias, el arte y el poder siempre tuvieron tratos más o menos ocultos. Y si entendemos que el turismo da trabajo y crea riqueza debemos concluir que puede sernos útil como país. En ese caso nos debe alegrar que tras una lentísima digestión para tragarse un proyecto heredado tan vacío, tan viciado, sin consenso político ni apoyo social, el proyecto económico "Cidade da Cultura" madure empresarialmente.

Parece que se van a implicar en el proyecto todas las grandes empresas del país. Algunas ya patrocinan centros como el Reina Sofía; debieran en este caso tener un compromiso mayor. La Xunta bipartita decide poner al frente del proyecto a un banquero, pues bueno, ojalá lo haga bien. O sea, rentable. Ojalá sea una turbina que atraiga gente, ése debe ser el objetivo primero y si no lo cumple es que la máquina no funciona.

Aunque sobre ese objetivo básico debe haber otras intenciones, una atracción que se llama Cidade da Cultura debe de tener, sobre la economía, un sentido más amplio. Debe ser un lugar abierto y cuyo argumento sea el reconocimiento de todas las personas y culturas y la propuesta permanente de un mundo en paz. Pero seríamos tontos si además no nos sirve para poner el nombre de Galicia en el mundo. Debemos tener la inteligencia de que, de un modo natural, el visitante a nuestro país se lleve el conocimiento de que aquí existe un territorio histórico y cultural, una lengua. Debiéramos conseguir que "Galicia" (que en la lengua del país también es "Galiza") sea una marca amable, atractiva y moderna.

El turismo no debe de ser nuestro único recurso económico para vivir, eso nos haría rehenes de los visitantes, pero para afrontar esta crisis la Cidade da Cultura debe aumentar nuestro PIB. En un país con carencias y en un mundo con tantas necesidades, si metemos tanto dinero ahí debemos rentabilizarlo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_