Los 80 años de Federico
Bahamontes, el primer español que ganó el Tour, en 1959, no ha cogido la bici desde que se retiró hace 43 años
Es lunes. Son las cuatro de la tarde y en Nantes sopla fuerte el viento. Todavía hay charcos de agua por las calles de la tormenta que cayó por la mañana. El estruendo es igual de fuerte que las cadenas de las bicicletas del pelotón cuando están a punto de pillar a los escapados de turno. Don Federico coge el teléfono al quinto tono. "Acabo de bajar del coche, iba al bar a ver el final de la etapa", cuenta. El coche es un Mercedes plateado y Don Federico es Federico Bahamontes, el primer español que ganó un Tour, en 1959. Hoy cumple 80 años. "¿Que cómo lo voy a celebrar? Hombre, con la que me da de comer todos los días", dice soltando una carcajada contagiosa. Fermina es la que le da de comer todos los días, la que en 1959 estuvo en las gradas del Parque de los Príncipes. "Nada de tartas, por Dios. Los dulces engordan y tampoco es plan de ir al gimnasio. Una cenita con carne a la plancha y tan contento. Y por supuesto, todo lo que se coma con cuchara, fuera de mi mesa".
Repara bicicletas antiguas, organiza la Vuelta a Toledo y apadrina un club
Especial: Tour de Francia 2008 |
Bahamones, que sigue pesando igual que hace 43 años, cuando colgó la bici, dice que siempre se mosquea cuando le preguntan cómo hace para mantenerse en forma. "Trabajando, cómo va a ser. La gente se cree que por haber dejado de competir no hago nada", exclama. Por hacer, hace, y mucho. Repara bicicletas antiguas para el museo que mantiene en las instalaciones de Würth en Illescas, lleva 40 años organizando la Vuelta a Toledo, apadrina el club ciclista de Navalcarnero y los fines de semana se dedica a la finca. "Y claro, luego llega el lunes, me acuerdo de que quiero llevar a mi mujer a cenar y me dice 'pero si los lunes está todo cerrado". Habla sin parar, mezcla anécdotas de hace una semana con las de hace 40 años. Se pierde y le gusta.
Es extraño que El Águila de Toledo, el mejor escalador español, el picador con cara de pillo, el que tiene guardadas todas las bicicletas que han trazado su vida -la que utilizaba para cargar las hortalizas cuando trabajaba de mozo, la del estraperlo, la de hierro, la Learco Guerra con la que ganó el Tour- no haya vuelto a subirse a ninguna de ellas desde que las plantara en 1965. Tenía entonces 37 años. "Que no, nada de nada, no he vuelto a coger una bici desde entonces", insiste. Es como si hubiese hecho un pacto con el diablo. "Escuché a mi padrino
que me dijo 'Federico, si has decidido que dejas de correr, córtate la coleta para siempre. No te dejes enrollar con carreras de veteranos ni te metas en líos. A vender motos y bicicletas, para que no te gane nadie", recuerda ahora. ¿Pero, y en el campo, sin que nadie la vea? "¡No! El gusanillo lo he matado montando una carrera y un equipo. Es una labor sorda pero allí está", explica.
Bahamontes se confiesa un enamorado de Contador, el último ganador español del Tour. "Está hecho ya. Se va a salir". No es poca cosa para alguien que dice que los ciclistas de hoy no tienen carácter. A muchos, cuando ven subir al chico de Pinto por los puertos de montaña, se les va la memoria hacia los diez Tours que corrió Bahamontes, hacia el carácter que demostró en cada uno de ellos. "Yo no escuchaba nunca lo que me decían mis directores. Recuerdo que en el 59 gané en el Puy de Dôme y quedé a dos segundos del maillot amarillo. El director me dijo 'mañana ni se te ocurra atacar'. Ataqué nada más salir. Es que al rival que está a punto de caerse hay que golpearle la ceja", recuerda. Y rivales tuvo. Desde Bobet, a Gaul y Anquetil. "Los más cabroncetes eran Gaul y Anquetil. El francés éste jugaba con ventaja. Era muy bueno, pero más las motos que le ayudaban a subir". Se queja, sí -"me hubiera gustado darle de hostias, lo confieso"-, pero luego admite que en los días de descanso se tomaba una caña con ellos comiendo en las campiñas francesas.
¿Y las pájaras? Muchas, por inexperiencia. "En los primeros Tours, cuando iba escapado no me acordaba de comer... tremendo. Luego empecé a gestionarme solo. Por las noches estudiaba las etapas, arrancaba las hojas del libro de ruta y las guardaba en un plástico en el bolsillo del culotte. Sabía que al kilómetro tal tenía que comer azúcar y al kilómetro cual medio plátano". Corrió diez Tours entre 1954 y 1965. Se retiró en tres de ellos. Y uno, dice, fue el cabreo más grande que se agarró. "En 1962 no me pagaban. Subí el puerto, me tumbé en una cuneta y tiré las zapatillas", recuerda. Intentaron convencerle para que siguiera "por España y por Franco". Pero él, tozudo, contestó: "Ni por España ni hostias, si no me pagáis no sigo". No siguió.
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