Baquetas como brazos

El último número de la revista Batería Total ha destacado a Lucas Jiménez (Reus, 1973) como uno de los mejores bateristas nacionales del año. Una distinción que añade prestigio a la reciente publicación de En silencio, el segundo disco de Jiménez, en el que se funden flamenco y funk.

No es fácil destacar en un instrumento como la batería. Ni en la percusión en general. Se basan más en el ritmo que en la melodía y, como señala Lucas, es "un instrumento de acompañamiento en el que nos dejamos llevar por el punto de referencia más importante, la melodía". Por eso, quien está al frente de los platos parece un personaje secundario de cualquier formación musical. Y depende mucho de a quién acompañe. En el caso de Jiménez, la suerte y el trabajo le han llevado a tocar con gente tan diversa como Lluís Llach, con quien realizó su primera gira, Quimi Portet, Raimundo Amador, Sergio Dalma, Carles Benavent o Gerard Quintana. Todo un abanico de estilos en los que se ha sentido cómodo, aunque, en sus gustos personales, prefiera "el funk, la fusión del flamenco".

Jiménez, afincado en Valencia desde hace años, se reconoce influido por "todos los músicos" que escucha, aunque cita a sus principales referentes: Steve Gadd, Peter Erskine y Vinnie Colaiuta. Músicos que, como él, han hecho de su instrumento "un juego, un espacio donde te dejas llevar por la imaginación, un lugar por el que viajas llegando a desbordar la creatividad, la personalidad".

Mientras habla, Lucas Jiménez tiene unas baquetas en las manos. Son sus brazos, la prolongación de su forma de ver la vida. Porque, para él, la batería es "como el amor" y así lo siente. "Sientes ese hormigueo que te quita el sueño", explica para describir qué es lo que pasa por su cabeza cuando se sienta delante de su instrumento. Cuando comienza a transmitir esa "pasión" que le hace sentir "vivo" con unas baquetas en la mano. Algo que espera que quienes le escuchan comprendan a través de su música, en vivo o grabada.