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El último 'lifting' de la derecha

La extendida opinión de que el PP arrastra la herencia franquista y que, por sus actos y palabras, es de hecho extrema derecha no ha impedido a su fragoso fundador y sucesores declararse una y otra vez de "centro moderado". Ya los siete ex ministros de Franco que formaron Alianza Popular propusieron, frente a la Unión de Centro Democrático de Suárez, "la unión de la derecha civilizada y nuestro centro democrático verdadero". En 1990, el lema del PP de Aznar fue Centrados con la libertad. Para ganar en 1996, su eslogan proclamó que Gana el centro y en sus estatutos se definió (1999) como "formación política de centro reformista", tras pactar con las derechas nacionalistas para alcanzar el poder.

La crisis del PP revela el alma real de una derecha radical pero capaz de presentarse, imperturbable, como centrista

Lograda la mayoría absoluta, Aznar modernizó su franquismo original con la política neocon de Bush Jr. y encargó a Rajoy que continuara su obra. El rechazo de una ciudadanía harta de falsías coincidió con el atentado del 11-M. Esto permitió al PP no reconocer el fracaso de su derechismo radical y pasar a la oposición extremándolo aún más. La nueva derrota de 2008 ha ratificado la negativa ciudadana de dejarse gobernar por quienes, según algunos, son topos que socavan la democracia.

La reciente crisis del PP ha revelado como nunca la verdadera alma de una derecha radicalizada pero capaz, al mismo tiempo, de presentarse, imperturbable, como centrista para volver a ganar el voto de los despolitizados sin ideas, ese centro indeciso decisivo que se disputa con el PSOE. En el congreso valenciano, los ahora supuestos adversarios han proclamado al unísono lo mismo falso de siempre, pero en tonos complementarios: duro Aznar, blando Rajoy. Para el de Castilla, el PP es un partido "moderado" que "sólo tiene como enemigos a los enemigos de la democracia"; que "reivindica el juego limpio"; que no va al centro porque "estamos en el centro desde hace muchos años"; que es el partido "de la gente normal"; que "no pretende ser infalible pero que les dice la verdad a los españoles" y que ha sufrido "una vergonzosa política de exclusión y descalificación sistemática del papel de la oposición".

Por su lado, el de Pontevedra (tierra de puentes) mantiene que un partido "son sus principios" y que el suyo no debe ni puede suprimir en ellos "ni una coma", pero ha de romper "estereotipos falsos atribuidos por nuestros adversarios". "No tenemos que cambiar de ideas, sino de procedimientos, para ser más atractivos". "Somos de centro. No arrastramos doctrinas ni tenemos ideas preconcebidas. Huimos de cualquier radicalismo. Entendemos la acción política desde la moderación, el diálogo y la convivencia".

¿Alguien ve diferencias de fondo en esos dos discursos? Ambos dan una imagen idílica del PP, contradicha por la realidad de su acción gobernante y opositora, y coinciden en mostrar su innato oportunismo práctico. Cuando se aspira al poder, se es moderado y centrista. Cuando ya se tiene, el PP impone su verdad infalible, no juega limpio, excluye y descalifica por sistema a la oposición, adultera el sistema constitucional y autonómico, practica el radicalismo y renuncia a la moderación, al diálogo y a la convivencia.

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La victoria de los marianistas sobre los aguerridos aznarianos no pasa de ser el último lifting que la derecha hispana de siempre necesita para repetir la estratagema de 1996 y estirar su capacidad de rostro atractivo ante los ingenuos. Su oportunismo le lleva a reanudar relaciones con las otras derechas nacionalistas, en especial con CiU, para derrotar a las izquierdas. Cuenta con la crisis económica para practicar una nueva demagogia populista. Tal vez no insulte, pero, ¿dejará de mentir y de pretender engañarnos como hace con sus discursos? ¿Le dejarán moderarse los broncos votantes que Aznar y él lograron excitar año tras año o dejarán de votarle para crear otro partido extremista sin complejos?

No es tan sencillo como parece que la derecha eterna de este país, sin dejar de serlo, cambie de ideas y de talante para ser moderada y estar centrada. Nunca tuvo ideas, sino intereses. Llama valores a rancios tópicos clericales y patrioteros. No tiene cultura suficiente ni lenguaje sofisticado para imitar la astucia de las derechas europeas. Le encanta Berlusconi por su desfachatez y poderío económico-mediático pero, a diferencia del paganismo itálico de Il Cavaliere, su doble moral farisea le obliga a aparentar lo que no es para estar siempre en el centro de todo. De ahí su centralismo madrileño tan aguerrido y su recelo hacia sus propias baronías regionales, tan fieles al PP en el oportunismo del lifting colectivo que, en el congreso, aplaudieron más a Aznar y Acebes que a Rajoy para acabar izando en pavés a un gallego con más retranca que Franco.

José Antonio González Casanova es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.

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