Fin del búnker
Alemania pierde su tradicional fiabilidad defensiva y se convierte en un conjunto imprevisible
Ante la perplejidad general, los alemanes consultaron ayer al oráculo, Franz Beckenbauer, en espera de una explicación. Pero no la hubo. "Este equipo se me antoja cada vez más enigmático", sentenció.
Alemania, la selección ganadora por antonomasia -tres Mundiales y tres Eurocopas- ha sido fiel a su histórica efectividad, pero no a la manera de conseguirla. La novedad es que se trata de un equipo absolutamente imprevisible, capaz de lo mejor y de lo peor, con una de las defensas más calamitosas que se le recuerdan. La larga y fecunda tradición de defensas germanos se lleva las manos a la cabeza. Los Schwarzenbeck, Beckenbauer, Vogts, Sammer, Matthäus, Stielike, Kohler o Förster se preguntan qué sucede. En cinco partidos, Alemania ha recibido seis goles -dos de Croacia, dos de Portugal y dos de Turquía-, cuatro más de los de la Eurocopa conquistada en 1996, su último título, cuando se sentaba en el banquillo Berti Vogts, guardián de las esencias defensivas.
Los centrales, Metzelder y Mertesacker, son lentos y blandos
Beckenbauer: "Este equipo se me antoja enigmático. Así no basta para la final"
Desde que el anterior seleccionador, Jürgen Klinsmann, impulsara un cambio de estilo y decidiera estirar la manta para que los delanteros estuvieran más arropados, los defensas germanos han quedado a la intemperie. Aunque eso no explica lo que está sucediendo. La Alemania del pasado Mundial marcó 14 tantos y cedió seis en siete partidos sin ofrecer estos síntomas de debilidad.
El rendimiento individual de los defensores está causando estragos. Con el portero Lehmann a la cabeza. Alemania siempre ha disfrutado de guardametas emblemáticos que llenaron cada cual una década. Toni Turek en los 50, Hans Tilkowski en los 60, Sepp Maier en los 70, Harald Schumacher en los 80 y Oliver Kahn en los 90. Pero, en esta ocasión, el técnico, Joachim Löw, optó por Lehmann como titular en detrimento del joven Adler, del Leverkusen, en una decisión claramente política. No quería sufrir más presiones como las que hubo de soportar, como ayudante de Klinsmann, en el pasado Mundial de Alemania, cuando Lehmann y Kahn se enzarzaron en una disputa por la propiedad de la meta. Klinsmann prefirió a Lehmann y éste le respondió con una actuación más que aceptable. Era titular en el Arsenal y la vida le sonreía.
Ahora, sin embargo, a los 38 años y con una temporada en blanco como suplente de Almunia, ha llegado a la Eurocopa con la flexibilidad de una tabla de planchar. El miércoles, ante Turquía, puso de los nervios a sus compañeros e invitó a los turcos a que chutaran desde cualquier lado. Lehmann pertenece a la vieja escuela de porteros egoístas que, como Kahn, se pelean hasta con su sombra si ésta les disputa la titularidad. "Los movimientos de pulpo de Lehmann no servían para atrapar el balón", decía ayer, burlón, el Süddeutsche Zeitung. Claro que el nuevo portero del Stuttgart encontró una coartada perfecta: "Todos los equipos que han tenido seis días de reposo han sido eliminados. El reposo corta el ritmo".
Los dardos de la prensa germana se dirigieron ayer a la pareja de centrales, una de las más lentas de la Eurocopa. "Metzelder sigue siendo un jugador cuadriculado, y no precisamente por carácter, sino por su forma de jugar", escribió el Süddeutsche mientras el propio central del Madrid admitía: "No hemos tenido nuestro día". Su compañero en la zaga, Mertesacker, abundó: "Sin duda, fue nuestro peor partido del torneo".
Pese a su estatura y su corpulencia, son dos centrales blandos. Alemania es el equipo que menos faltas comete por encuentro: 13,8. "Dijimos en la media parte que debíamos defendernos con más agresividad", apuntó Lahm, "pero no lo conseguimos". Tampoco ayudan los laterales. Absolutamente irrelevante Friedrich, Lahm es una flecha muy afilada en el ataque, pero un peso pluma en la contención, como se vio ante el extremo turco Kazim Kazim, que le ganó casi siempre el uno contra uno. El portero Lehmann es el tercero del torneo que más interviene de media y su equipo es el quinto con menos posesión del balón. Todas ellas, señales muy discretas para un finalista.
"Mal juego, gruesos errores, pocas ocasiones: muchos goles. Eficiencia", resumía ayer la página web del Spiegel la victoria de Alemania sobre Turquía. "Tendrán que mejorar un 200% si no quieren ser destrozados por la sutileza y la técnica de los rusos o los españoles", añadía el Bild. "El juego de nuestra selección", apostilló Beckenbauer, "fue bueno contra Polonia, malo frente a Croacia, resultadista ante Austria, una gozada con Portugal y... lo de Turquía es inexplicable. Así no es suficiente para ganar la final. Este equipo ascensor debería volver a subir".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.