"Hay algo ritual en ir al cine, es como comulgar con los demás"
Esta edición de Cinema Jove dedica un ciclo a las películas favoritas de los directores Jaume Balagueró (Lleida, 1968) y Paco Plaza (Valencia, 1973), principales representantes del nuevo cine de terror español y autores, al alimón, de Rec. Hace unas semanas, EL PAÍS los reunió en Barcelona, donde residen, para que hablaran sobre sus recuerdos cinematográficos, sus filias y sus fobias. Su forma de ver el cine, como autores y como espectadores.
Pregunta. ¿Cuál es su primer recuerdo en una sala de cine?
Jaume Balagueró. Tengo un recuerdo, de cuando tenía 10 años más o menos, de haber ido con mis padres a un autocine a las afueras de Barcelona, a ver The other, que me impresionó mucho, porque era una de las primeras películas de terror que vi. La impresión que tenía en aquella época es muy distinta de la de ahora, que ves una película y tienes conciencia de que es una obra hecha. Cuando eres niño, la sensación es como de vértigo. Con el tiempo, tengo nostalgia de esa impresión.
"En el cine de terror, el espectáculo está en el patio de butacas"
Paco Plaza. Yo creo que la primera que vi fue El libro de la selva, con el colegio en los setenta. Poco tiempo después, mi abuela me llevó a ver Ator, el poderoso, que me pareció una aventura épica inconmensurable. Luego, ya más tarde, cuando estaba en el instituto, nos llevaron a la Filmoteca a ver Amanecer, de Murnau, y esa sí que creo que es la primera vez que percibí el cine como algo más allá de ir con los amigos a pasar el rato, cuando entendí la hondura que podía tener una película, que podía ser algo que te conmoviera.
J. B. A mí, la comprensión de que el cine es un medio para producir cosas y empieza a interesarme fue cuando vi Cría cuervos por televisión. Empecé a preguntarme quién había hecho eso, por qué y qué pretendía.
P. ¿Sigue existiendo en ustedes esa fascinación por ir a ver una película en el cine?
P. P. Hay algo en ir al cine de ritual, es como comulgar con los demás. Eso es algo que hemos hablado mucho sobre Rec. Es una película que no tiene nada que ver verla en un cine lleno a verla en tu casa, porque tiene algo de compartir ese momento con otros espectadores, las mismas sensaciones. Es muy difícil ponerse en el cerebro de la gente que ahora tiene 14 o 15 años, pero en nuestra generación hay un elemento de nostalgia, que está en que te corten la entrada, en buscar el sitio en la sala, en ese ritual que nos hace seguir yendo al cine.
J. B. Y hay algo atávico en el hecho de ir a una sala y compartir una película con los demás. Es un espectáculo público, que forma parte de la naturaleza humana. Los hombres se congregan para ver cosas juntos, desde los ahorcamientos públicos en la plaza del pueblo hasta el circo romano o los partidos de fútbol. Nadie tiene interés en lo que se hace en casa solo.
P. P. El terror es un género muy adecuado para eso. El espectáculo se traslada al patio de butacas, a ver cómo grita la gente, si alguien se sale porque no lo aguanta.
P. Un referente en su generación es Mis terrores favoritos.
P. P. Sin duda. Yo descubrí en ese programa El increíble hombre menguante. Pero no solo esa, sino todo el cine de género, desde No profanar el sueño de los muertos al cine de la Hammer o los clásicos de la Universal.
J. B. Descubrir No profanar el sueño de los muertos para unos adolescentes que no habían visto nunca cine de terror de ese nivel significó descubrir que el cine de terror podía ser horrible, que era algo más de lo que habíamos visto hasta entonces.
P. P. A mí, con esa película me pasó algo muy curioso. El primer zombi que vi en mi vida, fue en esa película y se llamaba Guthrie, pero yo, cuando era pequeño, pensaba que decían Garci. El zombi era un tipo con barba también y yo, cuando veía a Garci, pensaba que era el zombi. Hace poco, cuando la volví a ver, salí del error.
J. B. El descubrimiento de No profanar el sueño de los muertos fue algo impactante. Era otra cosa. Lo mismo que me pasó con Alien, que la descubrí a través de mis padres. Se fueron a verla y, al día siguiente, me la contaron. Yo era muy pequeño y no podía ir a verla, lo que produjo todavía una mayor mitificación de aquella película. Más adelante conseguí verla y tuve una cierta decepción, aunque considero que es una obra maestra.
P. P. A mí me pasó con Holocausto caníbal, cuyo cartel estuvo mucho tiempo en el cine Suizo. Yo pasaba por allí y lo veía y me producía un impacto. Años después, la vi a escondidas, aunque nunca pudo superar lo que en la cabeza tenía sobre ella.
J. B. El primo de un amigo mío, que era mayor, había visto una película que se llamaba La matanza de Texas y nos explicaba cosas increíbles sobre ella: insoportable, no tiene música, tiene ruidos, etc. Eso nos hizo mitificarla pero luego nunca cumplió las expectativas.
P. ¿Cuáles son las películas de sus vidas?
J. B. Mi gran película es Paris, Texas. Tiene un poder que me ha fascinado siempre.
P. P. A mí no me estimula demasiado, pero como tú me has hablado tanto de esa película la he convertido en mítica, de manera que me gusta más oírte hablar de ella que verla. La mía es El increíble hombre menguante. Es el paradigma de lo que es el cine fantástico, porque cuenta una historia que no se aferra a la realidad y, como la realidad sobra, cuenta lo que quiere contar. La capacidad metafórica que tiene el fantástico es la mejor manera de aproximarse a la realidad de las cosas y esa película, al no estar constreñida a unos parámetros de reglas naturales, es un ejemplo.
P. ¿Sus primeras películas han envejecido bien?
J. B. Los sin nombre no la he vuelto a ver entera, pero creo que no ha envejecido muy bien. Pero tengo que aclarar que mis películas no las veo jamás. El director no conoce su película, porque la película es una historia contada desde el desconocimiento, para que el espectador vaya descubriendo qué pasará en cada momento. Por eso, no vemos nuestras películas, porque conocemos el proceso, no el resultado del visionado, sólo conocemos el interior. Al sufrir las películas, no nos gustan. En cambio, a pesar de que era tu amigo, vi El segundo nombre con un desconocimiento total y me pareció que era una película de verdad, no como las mías.
P. P. Cuando yo estaba montando El segundo nombre, tú montabas Darkness. Y, en los descansos, pasaba a la sala donde estabas tú y volvía deprimido a la mía.
J. B. Todos los directores piensan que lo de los otros es cine de verdad, no lo suyo, porque lo suyo lo sufren.
P. P. El otro día vimos juntos un trozo de Los sin nombre y me parecía verte sufrir. Y yo el recuerdo que tengo de esa película es especialmente bueno, porque creo que es una de las tres películas fundamentales de mi generación, junto a El día de la bestia y Tesis. Esas películas nos demostraron que se podía hacer cine de género en España sin tener que pedir perdón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.