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Columna
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Viaje al centro... de la Tierra

Disipada la euforia, sin el eco de las ovaciones, la vehemencia de los discursos, la estela de los fuegos artificiales patrocinados tal vez, pero no es seguro aunque vaya usted a saber, por el Ayuntamiento de Valencia y pasada ya la noche de san Juan, con el regreso de la rica al rosal, la puta al portal y el avaro a sus divisas, tal como cantaba Serrat, las cosas no parecen diferir mucho de la semana pasada. Vale, está esa espléndida señora Cospedal, a quien no tengo el gusto y ocupa el sueño de varias divisiones de infantería, artillería y operaciones especiales. Y paren de contar. Lo del viaje al centro, como su nombre indica, es un billete abierto al paraíso de las apariencias. Ese vasto caladero electoral que los estudiosos ubican en los espacios aparentemente huérfanos de conflictos de clases, sin duda porque han sido enmascarados, no porque hayan desaparecido. Es en ese centro recurrente donde la derecha disimula sus verdaderas intenciones y la izquierda, acomplejada de oficio, halla coartadas para ser acogida en sociedad por la gente de orden. Y, en fin, tal es la densidad que acumula ese solar, que antes o después alguien intentará echarte mano a la cartera. A no ser que el factor diferencial, la nueva senda del PP, consista en alejarse del modelo pasional de García Sentandreu y la fallera con la que debatía sobre el Fuero de los Españoles a grito pelado por la calle, o en íntimo desfile pre-estival de arrumacos auténticamente valencianos.

Caen, por su propio peso, el equipazo, al decir de Francisco Camps, y el espejismo donde pretenden instalarnos desde el día después. ¿Dónde está la diferencia? Aquí todo sigue igual. ¿Van a cejar en el hostigamiento hacia la Educación para la Ciudadanía? No. ¿Dejarán de dar la vara con el trasvase del Ebro? No ¿Abandonarán la opacidad y dejarán de manejar las instituciones democráticas como muñecos diabólicos? No y no. ¿Cambiarán el discurso victimista? No. ¿Atenderá el presupuesto, si queda algo, a las necesidades de la ciudadanía antes que al espectáculo y otras mentiras? No. ¿Abandonará Rita Barberá su fijación patológica con el Cabanyal?... Por no hablar de nombres propios. ¡Pero, si están todos! Carlos Fabra; la nómina patibularia; el frívolo de González Pons, elevado a categoría de portavoz; el chico ese, Costa, que tantas carcajadas provoca cuando abre la boca excepto para respirar... En una cosa tiene razón Mariano Rajoy: que nadie tenga que votar a Zapatero, para que no gane el PP. En esto el PSOE ya se ha puesto manos a la obra, y a qué ritmo. Por no hablar del PSPV y del batiburrillo que disfruta en el balneario de las Cortes. Pero, de equipazo, nada, ¿eh? La penúltima de la peladilla alcoyana de Camps, la sin par Trinidad Miró, ha sido dejar a las bibliotecas públicas con la mitad de las dotaciones previstas, alegando que muchos libros se quedarían almacenados en cajas. Hay que ver cómo calcula esta mujer la pulsión lectora de la población censada. Si es que se les ve venir a siete leguas. ¿Viraje al centro? Cuando alguien se parece a un pato, anda como un pato y grazna como un pato, no cabe duda: es un pato.

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