Cena con 'show', pero sin caspa
Triunfan en Londres los clubes estilo años cuarenta, mezcla de copas, cabaret y comida
Los burlones revivals se encargan de que nunca digamos nunca jamás. Cuando los locales de cena y espectáculo se consideraban el colmo de lo casposo y nos retirábamos a restaurantes de aspecto monástico a comer con música ambient, resulta que en Londres proliferan los llamados supper clubs (copas con cena). Estos establecimientos, que nacieron en EE UU en los cuarenta, ofrecían como reclamo un conveniente "todo en uno": comida, alcohol, música en directo y baile bajo techo.
Pero el señor revival en este caso no es tan cruel como para resucitar ventrílocuos, divas de barrio, laca, lentejuelas y comida recalentada. Los nuevos supper clubs presumen de una afinada memoria histórica y prefieren dar un salto hasta la edad dorada de Hollywood. El ambiente es suntuoso. El menú, carente de vacuas acrobacias gastronómicas. Los cócteles retro. El terciopelo, rojo. Puede que se permitan un guiño al kitsch de pedigrí. Principalmente pretenden recuperar los tiempos del mítico Mocambo, en Sunset Boulevard, donde Frank Sinatra o Ella Fitzgerald podían actuar una noche cualquiera, cantando entre loros enjaulados y palmeras de plástico.
Artistas como Marianne Faithfull o Van Morrison actúan en The Pigalle
The Pigalle es uno de los ejemplos mejor logrados en la capital británica. Se trata de un antiguo cabaret de los años cuarenta remodelado, en Picadilly Circus. Y por lo pronto han conseguido que artistas como Shirley Bassey, Marianne Faithfull o Van Morrison se suban a su escenario.
Otro de estos clubes londinenses, el Volupté, fue fundado por dos chicas que responden a los nombres de Kuki La Belle y Delores von Cotier. Dicen odiar "no tener tiempo para hacerse la manicura o fumar un puro" y han querido montar un cobijo donde uno pueda hincharse a té y pasteles o presenciar espectáculos de cabaret victoriano.
Incluso un legendario local de jazz en vivo como Ronnie Scott's, ha querido apuntarse a la moda. Tras la reforma, se ha sofisticado, y ha creado un menú a la carta, arriesgándose a recibir críticas de puristas y de perder parte de la autenticidad que le daba su anterior aspecto desaliñado.
Pero no sólo de ambientes retro viven los clubes. Una muestra es el restaurante Brick House, en una antigua fábrica de cerveza del este de Londres. Su espacio es similar al de una galería de arte y las actuaciones que acoge son de carácter más contemporáneo. No parecerá un protagonista de Casablanca, pero seguro que existe menos riesgo de encontrarse con una pestaña postiza en la sopa.
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