"Me caricaturizan como 'El pensador' de Rodin, ya lo sé"
"Soy Jesús Caldera, ¿qué querías?". Este tipo que devuelve al instante las llamadas perdidas de desconocidos tenía una legión de secretarias. Y un despacho gigantesco con vistas a la Castellana. Era el ministro-estrella de Trabajo y Asuntos Sociales. El hombre que rozó el pleno empleo y firmó las leyes de Dependencia, Igualdad y Violencia de Género. Pero el 9 de marzo ganó las elecciones y perdió el cargo. Ahora tiene cuatro colaboradores, "cuatro", un móvil, un fijo y un portátil y está de okupa en el cubículo de la ministra de Defensa, Carme Chacón, en la sede del PSOE en Madrid. No se queja. Es un hombre con una misión.
Ha pasado de ministro estrella a fabricar un 'think tank' con un móvil y un portátil
Su amigo José Luis Rodríguez Zapatero le ha quitado la cartera para endosarle una tarea "de la máxima importancia". Poner en marcha una fundación para renovar el pensamiento progresista. Un think tank de la izquierda. Dicen que los compañeros del alma se han distanciado. Que el jefe le ha mandado a galeras. Él se revuelve. "El líder me quiere en este proyecto y estoy a sus órdenes. La investigación de alternativas es una tarea pendiente del socialismo democrático. Busco talento, ideas para alimentar el futuro. Quien dice que me han defenestrado no entiende que no hay nada más práctico que una buena teoría ni nada más poderoso que una idea".
Viene con los deberes hechos. Trae hasta una chuleta en su reglamentario terno de alto cargo, aunque jura que los viernes va en mangas de camisa sumándose al casual friday que rige en Ferraz. "Es comodísimo y ecológico, porque se ahorra en refrigeración".
Como siempre, no da puntada sin hilo. Aunque aún no ha bajado del carro oficial -llega con escolta y a bordo de un Citroën del partido- se notan sus esfuerzos por tomar tierra. Ha sugerido este restaurante cerca del Congreso y en el que hay tortas por una mesa porque se lo han soplado sus hijas, dos universitarias de 26 y 24 años "poco más que mileuristas" que no se van de casa ni a tiros. "Es bueno, bonito y barato. Odio los sitios caros por concepto". Elige unas correctísimas verduras y merluza y limita la heterodoxia a la cerveza -"el vino, para el fin de semana"- y el postre, un arroz con leche que da pie a su discurso.
"Estoy obsesionado con la crisis alimentaria. La subida del precio del arroz se debe en gran parte a la especulación. Es un crimen contra la humanidad", se embala mientras prepara una cumbre de expertos. Es su bautismo como pensador profesional -"ya sé que me caricaturizan como el de Rodin"- y la presentación en sociedad de una fundación que aún no tiene ni nombre. "Será un grupo de estudios poroso, abierto, que busque el bienestar social y no sólo el servicio al partido, como la FAES del PP".
¿A quién va a fichar? "A los mejores". ¿Dónde? "Donde estén", dice, y admite que le duelen las yemas de teclear en Google y los ojos de leer informes de la ONU, el FMI o el Banco Mundial, en Nature o The Economist. "Por cierto, ¿sabes que la sacarina engorda más que el azúcar?, se ha visto en ratas", le amarga el poleo al prójimo. ¿Y cómo pagará a tanta lumbrera? "Con ilusión. Y si tienes un nombre para la fundación, te lo compro. Palabra corta, que suene bien y se recuerde". El buzón está abierto. "Eso sí, gratis et amore".
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