Y Muñoz se hizo el sueco
Tras la victoria ante Suecia, toca bajar un poco la presión, dicen algunos. De ninguna manera, opinan otros. En este tipo de competiciones no hay que bajar la guardia nunca porque te mandan a casa al menor descuido. Nada más finalizar el partido frente a Argelia (3-0), que les había dado el pase a los octavos en el Mundial de México 86, algunos jugadores españoles plantearon en el mismo vestuario que antes de llegar al siguiente destino, Querétaro, estaría bien hacer noche en Ciudad de México.
La presión sobre el seleccionador, Miguel Muñoz, se hizo más fuerte durante el vuelo Monterrey-México DF, pero éste no quería distracciones aunque faltaban seis días para el siguiente partido, por lo que decidió seguir el viaje por carretera, más de 200 kilómetros, hasta el nuevo destino.
En 1986 hubo cánticos de los jugadores contra el técnico por no pernoctar en Ciudad de México
Lo que ni Muñoz sabía era que estaban viajando a un lugar donde no había alojamiento. Ajenos a esa contrariedad, los jugadores, en el autobús, expresaron su enfado con cánticos nada agradables contra el míster, que para no enredar más el asunto decidió hacerse el sueco.
A altas horas de la madrugada, repartidos en diferentes hoteles de la zona, pues al primero que les enviaron era un motel de carretera de dudosa reputación, los jugadores consiguieron dormir. Al día siguiente, Dinamarca ganó por 2-0 a Alemania. Según estaba previsto por el comité organizador, los germanos debían viajar a Monterrey, sede de su próximo partido, Dinamarca iría al hotel de los alemanes y España entraba en el que dejaban libre los daneses. Pero... Alemania comunicó que no se iría hasta el día antes del partido contra Marruecos. Así que Dinamarca se quedó donde estaba y hasta allí llegó también España, que, tras la noche toledana del día anterior, se encontró con que los daneses, con sus respectivas parejas, estaban festejando la victoria y su clasificación como primeros de grupo.
Pero hubo otra fiesta, pues los daneses ni querían compartir hotel con su próximo rival ni que Televisión Española realizase sus programas desde un salón del mismo establecimiento.
Pues, bien, hicimos los programas sin problemas, convivieron los dos equipos, Dinamarca le dio un baño a España durante 43 minutos, España se lo devolvió con creces en la segunda mitad, Butragueño marcó cuatro goles y nadie volvió a mencionar el viaje accidentado, el hotel compartido ni la frustrada noche libre en la capital de México. El Buitre subió a los cielos, más de 22 millones de personas vieron el partido en España y tan contentos nos fuimos para Puebla, donde, en un estadio abarrotado de españoles, los belgas nos mandaron a casa a la misma hora en que Felipe González celebraba su segunda victoria en las elecciones generales que se habían celebrado ese domingo en España.
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