Y el niño negro se convirtió en rey
Pelé irrumpió con 17 años en el Mundial de Suecia 58 para coronarse como el mejor de todos los tiempos
"Pelé es demasiado infantil. Carece de espíritu de lucha". João Carvalhaes, psicólogo de la selección brasileña en el Mundial de Suecia 58, desaconsejó la participación de Pelé en el partido decisivo contra la Unión Soviética. Brasil no funcionaba. Había ganado a Austria (2-0) y empatado a cero con Inglaterra. Pelé, además, arrastraba una lesión de rodilla de la que no estaba del todo recuperado. Pero el seleccionador, Feola, decidió apostar por dos jóvenes talentos: Garrincha y Pelé. Sin saber que estaba a punto de ver nacer a dos mitos.
Uno de ellos, apenas un niño de 17 años, siete meses y 23 días, que se preguntaba por qué en aquel torneo sueco sólo había jugadores negros como él en la selección brasileña. "Cuando el 15 de junio de 1958 [hoy se cumplen 50 años] fui al estadio Nya Ullevi de Gotemburgo, había 50.000 personas con ganas de ver al pequeño niño negro que llevaba el número 10. Muchos me vieron como una especie de mascota en comparación con el físico enorme de los rusos", recuerda en su autobiografía Edson do Nascimento, que perdió ese día dos ocasiones de gol. Estaba tenso. Y se sintió insatisfecho pese a alcanzar los cuartos con dos goles de Vavá. Les esperaba Gales. Pelé marcó el único tanto, el más importante de su carrera. "Me dio a conocer en el mundo".
"Echo de menos la pelota, la emoción y la energía en el estadio", dice a sus 67 años
"Tráenos cigarrillos y café", le ordenaban los veteranos del Santos tras su éxito
"¿Qué clase de rey eres tú, que ni bebes ni fumas?", le espetó George Best
Lo mejor estaba por venir. En las semifinales, pulverizó a la Francia de Fontain, el delantero que todavía posee el récord de goles en un Mundial (13). Pelé consiguió un hat trick en el 5-2 que puso a Brasil en la final ante la anfitriona. El fútbol espectacular de la seleçao, con un 4-2-4, levantó expectación. Y el 29 de junio, por la mañana, cayó una tormenta sobre Estocolmo. Brasil vistió de azul. Suecia, de amarillo, ante 49.737 espectadores. Mientras sonaban los himnos, Pelé tuvo una visión de su padre, Dondinho, en casa, escuchando la radio, nervioso y orgulloso de su hijo. Liedholm, delantero del Milan, adelantó a Suecia. Empató Vavá. Volvió a marcar Vavá. Y a los 11 minutos de la segunda parte, llegó uno de los goles más famosos de la historia. Pelé le gritó a Nilton Santos que le cruzara el balón desde el extremo. Lo paró con el pecho, lo dejó botar mientras se le echaba encima Gustavsson. Levantó la pelota por encima del defensa y, tras desbordarlo, la voleó a las mallas. Zagallo marcó el cuarto, Simonsson redujo distancias, y Pelé, elevándose por encima de las torres suecas, cabeceó el 5-2. Había nacido una superestrella.
"Era un niño casi ya formado físicamente", recuerda el gran amigo de Pelé, Pepe Macías, extremo izquierdo del Santos. "Tenía ya el arranque, las piernas fuertes y la velocidad. Saltaba muy bien, con los ojos abiertos, y le pegaba con las dos piernas. Le vaticiné a su padre que se convertiría en el mejor del mundo".
-En España, Bojan, también de 17 años, no disputa la Eurocopa porque está cansado.
-Bueno, Pelé tenía una gran personalidad y los veteranos, Nilton Didí, Nilton Santos y Gilmar, hablaron con Feola para convencerlo de que estaba preparado.
"Las chicas suecas nos amaban. Especialmente a los negros", desvela Pelé. "Tuve una aventura con una llamada Ilena". "Sí, es verdad", certifica Pepe, "aquellas rubias de ojos azules no habían visto chicos negros y se colgaban de nuestros brazos cuando salíamos de compras". Didí, el inventor de la folha seca que pasó discretamente por el Madrid, fue elegido mejor jugador del torneo. "Garrincha y yo éramos demasiado jóvenes e inocentes. Didí fue nuestro maestro", reconoce Pelé. Además de a Didí, Pelé siempre idolatró a Zizinho. "El mejor futbolista brasileño que no ganó un Mundial [participó en el de Brasil 50]".
Pelé pertenece a la tercera generación de hombres libres en un país en el que la esclavitud fue abolida en 1888. Buceando en su árbol genealógico, los periodistas no se ponen de acuerdo sobre si su familia procede de Angola o de Nigeria. Pelé disfrutó de un padre excepcional. Dondinho, un delantero centro de poco éxito, que cuando pilló a su hijo adolescente fumando no le echó la bronca, sino que le advirtió: "No te conviene fumar si quieres ser futbolista profesional, pero si lo haces, aquí tienes dinero para comprar tabaco. No vayas pidiendo por ahí". Dondinho no sólo le enseñó la técnica, sino cómo comportarse dentro del campo. Moviendo los hombros a derecha o izquierda, podía dejar tirados a los defensas sin alterar el curso del balón. Su padre fue un número 9. A él le gustaba arrancar de más atrás, como número 10. Sería un centrocampista de ataque. Pese a ser pequeñito, era fuerte e iba muy bien de cabeza. Siempre tuvo una habilidad para anticipar lo que iba a pasar. Ni que decir que siempre fue un perfeccionista. El Santos tenía un gimnasio y aprendió karate, que le sería útil para caer y saltar. Después aprendió yudo. Ganó equilibrio. Nunca caía tras driblar a los defensas. "Dondinho y su madre, doña Celeste", evoca Pepe, "le dieron muy buena educación".
Doña Celeste no quería que fuera futbolista. Había sufrido las penurias de la carrera frustrada de su esposo. "La Copa transformó la vida de mis padres más que la mía propia. Eran invitados a todas las fiestas", cuenta Pelé, que nació pobre el 23 de octubre de 1940 en Tres Corações, en Minas Gerais, un estado en el sudeste de Brasil, al norte de Río de Janeiro. El apodo de Pelé, que al principio le disgustaba, procede de Bilé, un portero del equipo del padre al que el joven Edson admiraba.
Tras conquistar la primera Copa del Mundo, Pelé regresó a Santos en medio del jolgorio en las celebraciones. Dos años antes, había dejado Bauru siendo un adolescente soñador. Y ahora, al regresar a casa, vio a unos niños jugando en el descampado donde él solía corretear. Les pidió permiso para unirse a ellos. Se fue a casa, se puso unos pantalones cortos, se quitó los zapatos y jugó descalzo. Los veteranos del Santos no le iban a permitir que se le subiera el éxito a la cabeza. "Eh, Pelé, tráenos café y cigarrillos", le gritaban. El Estado tampoco le eximió del servicio militar. Dos años en los que formó parte del equipo militar, del Santos y de la selección brasileña. Jugó más de 100 partidos en 1959.
Precoz en todo, a los 15 años debutó en el Santos. No pesaba ni 50 kilos. Su descubridor, Waldemar de Brito, le sugirió que probara en Santos, una ciudad menos intimidatoria que Río de Janeiro. Al llegar, lo primero que hizo fue visitar el mar. Después acudió a una peluquería al lado del estadio de Vila Belmiro frecuentada por jugadores del primer equipo. "Aquel día", evoca Pepe, "llevaba un jersey azul marino y me llamó la atención su apodo, Pelé. Waldemar me presentó a aquel muchacho. Era un menino muy obediente. En los primeros entrenamientos ya se vio que era especial. Empezó en el lado derecho, como 8".
Frente al Santo André, Pelé marcó el primero de los 1.283 goles de su carrera. En su debut en Maracanã, contra O Belenenses de Portugal, marcó un hat trick. A los 16 años le llamó la selección. Debutó ante Argentina y volvió a anotar. Tenía pasión por los aviones y soñaba con ser piloto. No fue un buen estudiante. Se levantaba sonámbulo por la noche, gritaba gol y se volvía a acostar.
En el Mundial de Chile 62, una lesión en los abductores le impidió disputar la final contra Checoslovaquia, que ganó Brasil 3-1. Fue la Copa de Garrincha. Los marcajes se fueron endureciendo y, en febrero de 1963, ante el Vasco, Fontana y Brito comenzaron a burlarse de él. "¿Dónde está el rey?". Pelé marcó el empate, cogió el balón y se lo entregó a Fontana: "Aquí está, devuélveselo a tu madre. Es un regalo del rey".
El Mundial de Inglaterra 1966 fue muy desagradable para él. Al caos de la seleçao se unió la dureza de los defensas Zhechev y Morais, que lo cosieron a patadas. Y juró que nunca volvería a la canarinha. Se refugió en el Santos, el mejor equipo del mundo en 1968. En un amistoso en Bogotá contra el combinado olímpico colombiano, el árbitro, Guillermo Chato Velázquez, expulsó a Pelé y hubo una revuelta de la hinchada para que revocara la decisión. El Chato fue expulsado y Pelé readmitido. La vida le sonreía hasta que se sintió traicionado por su hombre de confianza, Pepe El Gordo, el empresario de origen español que hizo de padrino de su primera boda y que, según denuncia, le arruinó. Eso le obligó a firmar un largo contrato con el Santos en condiciones desfavorables. Desde entonces, Pepito -José Fornos- se hizo cargo de sus negocios junto a cinco abogados, dos economistas, un publicista y una secretaria. Nacía el emporio Pelé.
Su gol número 1.000 llegó el 19 de noviembre de 1969 ante el Vasco en Maracaná. Un gran acontecimiento. O Rei nunca fue ni capitán de la seleçao ni el lanzador habitual de los penaltis. Durante años, en cambio, había sido el portero reserva del Santos (donde actuó cuatro veces bajo palos) y de la selección (una), cuando todavía no eran permitidas las sustituciones. Pero aquel día tan señalado se puso nervioso por primera vez al disponerse a convertir el penalti. Se acordó de Didí, el inventor de la paradinha, y marcó.
Para México 70, el presidente de la federación brasileña, João Havelange, despidió a João Saldanha -un extravagante ex periodista metido a seleccionador- y puso a en su lugar a Mario Zagallo. Después de dos años de ausencia, Pelé volvió para formar parte del "mejor combinado nacional que ha existido". Acusado de miope por Saldanha antes del campeonato, O Rei fue más recordado en México por los goles que casi marcó: el cabezazo picado que paró el inglés Gordon Banks, el disparo desde el centro del campo contra Viktor, de Checoslovaquia, y el engaño con el cuerpo en un mano a mano con el portero uruguayo Mazurkiewicz.
Coronado tricampeón del mundo, decidió dedicarse a estudiar. "Tengo una gran admiración por quienes le dedican tiempo a los estudios incluso desde que son pequeños". Se licenció en Educación Física por la Universidad de Santos. Sufrió en la prueba de natación de 25 metros. Luchó por los derechos de los futbolistas y logró, años después, mejorar sus condiciones cuando fue Ministro de Deportes en el Gobierno de Fernando Collor de Melho.
No quiso ir al Mundial de 1974. Un año después regresó a Estocolmo e Ilena, la chica que conoció en 1958, se presentó en el hotel con su hija. No la reconoció. Firmó entonces un contrato de dos años por el Cosmos neoyorquino y cobró 9 millones de dólares -casi 6 millones de euros- por el traspaso. Allí conoció a John Lennon. "¿Qué clase de rey eres tú, que ni bebes ni fumas?", le espetó George Best. Hubo, eso sí, muchas novias y muchas fiestas. Tuvo tres hijos con su primer esposa y dos fuera del matrimonio que se vio obligado a reconocer. Actuó en la película de John Huston Evasión o Victoria, en la que Silvester Stallone exigía ser el que marcaba el gol de la victoria. Y anunció de todo, hasta Viagra, pero nada que ver con el tabaco, el alcohol ni la religión. Su hijo Edinho, que llegó a portero del Santos, fue encarcelado varias veces por problemas con las drogas.
A los 37 años colgó las botas: 21 años de carrera, 1.367 partidos y 1.283 goles, 77 en la selección. Era suficiente, pensó. Qué lejos había llegado desde que jugaba descalzo en las calles de Bauru. "Echo de menos la pelota, la emoción y la energía en el estadio, la lucha por conseguir un buen resultado, la alegría y la tristeza en la victoria y en la derrota", confiesa hoy, a sus 67 años. "No envejece", se ríe Pepe. La ciudad de Santos tiene proyectado construirle un museo. Y él sigue frecuentado, 42 años después, la peluquería de Villa Belmiro. Le corta el pelo Didí, el peluquero de siempre.
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