Una contradicción productiva
España y el balón eran, en principio, hermanos siameses. Una selección nacida, por el perfil de sus componentes, para dominar los partidos mediante el control de la pelota, marcó cuatro goles al contragolpe. A Rusia se le esperaba a la contra, con un buen despliegue físico y una rapidez endiablada, y marcó en un saque de esquina. El partido, no obstante, comenzó indeciso. La cuestión es que España cambió su habitual modelo, el 4-3-3, con tres centrocampistas por dentro, para jugar un 4-4-2, con dos delanteros muy rápidos y muy ofensivos, como Torres y Villa. En otras ocasiones, Villa había ocupado una posición desplazada a la izquierda. Ayer, no. Ayer fue un segundo delantero. Rusia, en esos primeros minutos, sí cumplió su papel buscando las llegadas rápidas a la portería de Casillas.
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Hay goles que deciden un partido y goles que lo alteran. El gol de España cambió drásticamente los roles en el campo. España se abonó al contragolpe y a Rusia le tocó dominar el juego. La contradicción era notable, pero España se sintió más cómoda en su nuevo papel que Rusia en el suyo. Ciertamente, jugar con espacios es más fácil, sobre todo si se tienen dos delanteros tan rápidos como Villa y Torres y lanzadores como Xavi, Iniesta o Cesc. España se saltó el guión y marcó cuatro goles al contragolpe. No es mala cosecha.
Sin embargo, al principio de la segunda parte, Rusia estuvo a punto de ponerse 2-1 y amenazar la jerarquía de España en el partido y en el marcador. Los jugadores de fuera, Iniesta y Silva, tendían a jugar por dentro, lo que obligaba a las subidas permanentes de los laterales. Eso abría los espacios que los rusos buscaban para atacar. Asomaba el riesgo y Luis decidió sustituir a Torres por Cesc, un cambio fundamental que devolvía a España a la primera página del guión previsto, es decir, a los tres centrocampistas por dentro y sólo un delantero en punta. Xavi, Senna y Cesc se dedicaron a defender, a robar la pelota y aprovechar su calidad para lanzar balones a Villa, que antes había intentado colaborar en la tarea defensiva, pero con poca constancia.
En ese sentido, merece capítulo aparte el trabajo monumental de Xavi, un futbolista que recorre en cada partido un montón de kilómetros, roba infinidad de balones y mantiene intacta su llegada al área. Xavi tiene una intuición natural para robar el balón. El tercer gol de España fue una auténtica gozada. Marcó Villa tras un gran pase de Cesc, pero es que por el costado ya aparecía Xavi llegando del centro del campo. Apenas se le pueden poner peros al jugador catalán. Si acaso, siendo picajoso, la lentitud en algunas transiciones cuando roba el balón. A veces le gusta retenerlo en exceso.
Lo cierto es que, al margen de disquisiciones teóricas sobre el culto al dominio o al contragolpe, una selección con el nivel de la española y con espacios es una asociación tan explosiva como un equipo cosido al balón. Lo que se inició como una contradicción en el fondo no fue sino la evidencia de que España puede jugar de muchas formas, incluso en el mismo partido.
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