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Entrevista:ROSA TORRES RUIZ | Consejera de Cultura

"Por mi nieta voy al fin del mundo"

Hay palabras clave que actúan sobre algunas personas como si alguien girara el interruptor y prendiera una bombilla. Por ejemplo, nieto.

Hablaba la Consejera de Cultura Rosa Torres Ruiz de sus hijos, dos varones y una hembra. De cómo los ha educado en igualdad. Pero a pesar de ello, afirma que la hija "es más fuerte que los chicos".

- Eso lo dirá porque la ha hecho abuela con solo 48 años...

- ¡Sí, me ha hecho abuela, me ha hecho abuela!

Sólo los que han pasado por ese trance, pueden entender la profunda alegría que los abuelos sienten por sus nietos. El manual del buen abuelo consiste en, una vez abierta la veda, mostrar las fotos del bebé. Hoy, Rosa no la lleva encima. La tenía en su teléfono y se lo han cambiado hace una semana. El Gobierno andaluz tiene ya varios abuelos entre sus miembros. El presidente Chaves, el vicepresidente Griñan. ¿Quién presume del nieto más guapo?

"No viví como un trauma pasar al cole por la puerta de las niñas con beca"
"El eje de mi vida política ha sido conciliar sin estridencias, sumar"
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- En ese orden, en ese orden -responde Torres, que no quiere comprometerse demasiado.

Pero recuerda el pasado 19 de abril, día de la última toma de posesión de Chaves, cuando la pequeña Lucía se lanzó a los brazos de su abuelo presidente: "fue uno de los momentos más emocionantes que he vivido en política, porque aquél era un acto político. Y sin embargo se inundó de humanidad. La cara del presidente era un poema... de gozo".

Gozo, placer, deleite. Eso es lo que parece sentir esta mujer nacida en Antequera (Málaga) en 1959 por el trabajo político que desarrolla desde hace más de veinte años. Militante del PSOE desde los 24 años, concejal, diputada provincial, Rosa Torres ha dedicado los últimos 16 años a la cultura. Antes de asumir la máxima responsabilidad como Consejera de Cultura en 2004, fue durante dos legislaturas delegada de ese departamento en su provincia.

Estamos en el Hospital de las Cinco Llagas. Ha elegido la biblioteca del Parlamento andaluz para fotografiarse. Porque es una apasionada del libro. Aquí sus señorías tienen miles a su disposición. La joya está encerrada en una vitrina: la edición de Gregorio López de las 7 Partidas del Rey Sabio, de 1555. El legado español más sobresaliente a la historia del derecho. Aquí recuerda Torres el camino que ha recorrido desde que nació en Antequera, en el seno de una familia de clase obrera.

-Mi padre, Enrique Torres, era empleado de Hidroeléctrica El Chorro, que luego fue absorbida por Sevillana. Allí comenzó a trabajar a los 14 años y allí se jubiló.

Guarda un buen recuerdo de la eléctrica andaluza. "Siempre me he considerado hija del cuerpo; la compañía trataba muy bien entonces a los hijos de sus trabajadores. Yo estudié el bachiller con mi beca de Sevillana".

Aquella beca iba a abrirle las puertas del futuro, aunque fuera pasando por la puerta de los menos pudientes en la escuela de monjas donde cursó el bachiller. Porque el colegio de Nuestra Señora de la Victoria admitía a chicas de dos clases: las de pago, y las demás. Unas y otras ingresaban al colegio por distintas puertas. Torres recuerda que incluso, antes de llegar ella, jugaban en patios separados. Las clases eran conjuntas, pero los babis que vestían tenían distinto color. Gris el de las niñas de pago. Marrón el de las otras. Pero ni siquiera esa etapa de su vida la recuerda con tristeza:

- No lo viví como un trauma. Lo recuerdo más bien como una anécdota. Alguna vez lo comento con mis amigas de entonces, entre las que hay grises y marrones. Todas éramos víctimas de un momento histórico.

¡Qué momento! En aquel año, 1968, cuando Rosa Torres entraba por la puerta de segunda vestida de marrón, en París volaban los adoquines. Y en un pueblo del sur de Francia Pablo Ruiz Picasso, - el segundo apellido de Rosa Torres es Ruiz: "pero, nada que ver con el pintor"- apuraba los últimos años de su prodigiosa vida.

Treinta y cuatro años después, 200 cuadros del genial pintor malagueño descansan en el Palacio de Buenavista de su ciudad natal. Torres tiene mucho que ver con el exitazo del Museo Picasso. Pero no quiere medallas.

- El momento más difícil, fue adquirir el Palacio de Buenavista. Lo que yo hice en toda esta historia, fue lo que ha sido el eje de mi vida política: conciliar. Sin estridencias. Sumando piezas.

Su segunda gran aportación a la cultura malagueña ha sido convertir el Palacio de la Aduana, antiguo Gobierno Civil de infausta memoria para las victimas del franquismo, en el Museo de Bellas Artes que Malaga necesitaba. Y sigue sin querer medallas:

- Soy un actor más de los muchos necesarios para el éxito de la función.

- ¿No es malo ser tan modesta, si quiere seguir triunfando en política?

- No sé si es o no malo, pero es lo que me sale.

El presidente Rodríguez Zapatero pasó por Málaga en la campaña electoral y escuchó a Torres en un mitin. La felicitó. "Más por el tono sincero y recio del discurso, que por el fondo, que ya nos lo sabíamos todos", dice humildemente.

- Ese es el primer paso para ser ministra...

- Nunca me he planteado ocupar en el futuro una responsabilidad determinada.

Parece cierto. De momento, disfruta con lo que hace. Cultura. Con un libro en sus manos. Si puede ser, de poesía. Y firmado por el granadino Luís García Montero. O música, "de mi tiempo". Eric Clapton gira con frecuencia en su tocadiscos. En el verano, coge la autocaravana y recorre Europa. Este año toca Finlandia.

El timbre suena en los pasillos del Parlamento. La llaman a votar. La conversación agoniza. Dice esperanzada: "Esta noche, si terminamos pronto, me quedaré con mi nieta. Mi hija tiene que salir".

- Deberá viajar hasta Antequera...

- ¡Por mi nieta María voy al fin del mundo!

Y se va. Primero, a cumplir con su deber. Más tarde, a disfrutar con la familia.

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