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OPINIÓN
Columna
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Las ilusiones perdidas

La reunión a comienzos de semana del Comité Ejecutivo del PP -el cónclave anterior se había celebrado poco después de las elecciones- no propició un nuevo lunes negro con inesperadas defecciones, pero dejó en el aire la presentación en el XVI Congreso de Valencia de una candidatura alternativa a Mariano Rajoy: el aspirante sería Juan Costa, ministro de Ciencia y Tecnología con Aznar y responsable del programa electoral del 9-M. No es probable que la tarea le resulte sencilla. A la dificultad -vencible- de conseguir el 20% de los avales de compromisarios del Congreso exigido por los Estatutos para ser candidato, unirá el problema de confeccionar una lista mínimamente homogénea que sea a la vez representativa de la coalición negativa -de peras, manzanas y plátanos, como diría Ana Botella-, unida sólo por su rechazo a Rajoy.

El ex ministro Juan Costa y otras voces críticas con Rajoy se hicieron oír en el Comité Ejecutivo del PP

Aunque Esperanza Aguirre saltó a la palestra de la lucha por la presidencia con la coartada de librar una batalla de ideas, y María San Gil renunció a suscribir la ponencia política del Congreso de Valencia por temor a ser utilizada como falso testigo de un traicionero viraje doctrinal, Juan Costa se limita de manera pragmática a pedir "un liderazgo integrador capaz de generar ilusión". Parece ya indiscutible que el factor principal -no el único- de la crisis interna del PP es la desconfianza de un amplio sector de sus militantes y votantes respecto a la capacidad de Rajoy para armonizar bajo su mando las diversas tendencias ideológicas, ambiciones personales e intereses territoriales yuxtapuestos y para conducir al partido hasta el Gobierno en las legislativas de 2012. Tampoco la mayoría que apoyará a Rajoy en el XVI Congreso de Valencia -articulada por casi todos los barones regionales- ha librado una carta de crédito irrevocable a favor de su patrocinado: los eventuales tropiezos del PP en las elecciones intermedias -europeas, autonómicas y municipales- provocarían seguramente una estampida en busca de un liderazgo ganador.

Consiga o no aprovechar esta vez las oportunidades deparadas por la crisis económica y por las equivocaciones del Gobierno (al estilo de la tortuosa aprobación del Estatuto de Cataluña o del frustrado diálogo con ETA durante el anterior cuatrienio), Rajoy parece consciente de los errores cometidos por los populares en la pasada legislatura. El 9-M, el PP traspasó las alambradas ideológicas del electorado y cambió a su favor el sentido del voto de un segmento de la clientela socialista: sobre la base de una encuesta poselectoral, Julián Santamaría y Henar Criado estiman que 700.000 antiguos votantes del PSOE se pasaron al PP. (Claves de Razón Práctica, junio 2008). Pero la estrategia de la tensión de los populares impidió que el saldo neto de ese trasvase fuese lo bastante caudaloso como para darles la victoria: no sólo invitó al electorado nacionalista y de IU a buscar refugio en el PSOE, sino que también disuadió a sectores socialistas críticos a castigar al Gobierno con su voto. -

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