Ballack supera el estigma de Netzer
El capitán alemán asume el liderazgo que le cuestionó uno de los gurús germanos
Durante años, las palabras de Günter Netzer flotaron en la carrera de Michael Ballack. Aquella crítica del ex centrocampista rubio del Mönchengladbach y del Madrid, oráculo del fútbol germano, resultó devastadora. Dijo que Ballack no podía ser un líder por la cultura colectivista en la que había crecido en la antigua Alemania del Este. Después, Netzer se retractó, la acusación se convirtió en un tabú, pero nadie supo explicar por qué Ballack nunca alcanzaba el liderazgo que correspondía a sus notables condiciones de mediocampista.
Hasta hoy. A los 31 años y después de un más que decente final de campaña en el Chelsea, Ballack es reconocido como el gran jefe que requería la Nationalmannschaft. "He visto un capitán auténtico que marca el tempo del partido y el compás de su equipo", escribió ayer Franz Beckenbauer, el otro gran gurú, en el periódico Bild. "Jugará un gran torneo", avisa Bierhoff, manager de la selección. "Está mucho mejor que en 2006", sentencia el seleccionador, Joachim Löw. Y hasta la canciller, Angela Merkel, explicaba ayer en el Süddeutsche Zeitung el orgullo de los alemanes orientales al verse representados por un futbolista como él.
"He ganado la batalla contra mí mismo", proclama el medio del Chelsea
Todos los caminos de Alemania conducen a Ballack, que viene de una resurrección inesperada. Operado dos veces de una lesión del tobillo izquierdo recalcitrante, estuvo ocho meses sin competir. Jugó su primer partido de la temporada el 19 de diciembre, en la Copa de la Liga, ante el Liverpool (2-0). Hasta entonces, el alemán hubo de soportar la desconfianza de sus compañeros, las lanzas de la prensa y el desprecio de los aficionados del Chelsea. Al comienzo del curso, su club ni siquiera le inscribió para disputar la Liga de Campeones. Fue cuando Bernd Schuster trató de incorporarlo al Madrid. El jugador prefirió callar y trabajar. Son los valores que aprendió en Chemnitz, ex Karl Marx Stadt, en la antigua República Democrática. No es la primera situación límite que supera. Cuando tenía 16 años, después de una operación de rodilla, un médico le dijo que el deporte de competición se había acabado. "Aquello pudo haber sido el fin", dice ahora el capitán, "pero he tenido la oportunidad de jugar 13 años como profesional y de asegurarme el futuro. El fútbol es un deporte de contacto, existe un riesgo".
La suerte le cambió el pasado 26 de diciembre. La lesión muscular de Lampard le abrió las puertas del equipo de Avram Grant. Ganó partidos y confianza, anclándose en la alineación tras el regreso de Lampard. Eficaz ante el gol e impresionante en el juego aéreo, Ballack volvió de lleno con dos goles ante el Manchester United (2-1) y conquistando por primera vez en dos años el respeto de los aficionados de Stamford Bridge.
"He ganado la batalla contra mí mismo", proclama el jugador desde el trono de la selección, en la que juega más retrasado que en el Chelsea, más como organizador, por delante de su amigo Frings, a quien llamaba asiduamente en los peores momentos. Hasta Marcello Lippi, campeón del pasado Mundial con Italia, da como favorita a Alemania, que vive un optimismo desbordante. "La gente se identifica con la selección por cómo jugamos. Y eso es fantástico", afirma Ballack, recuperado del golpe que supuso perder la reciente final de la Champions ante el Manchester en Moscú. En realidad, es un experto perdedor de finales: con el Bayer Leverkusen, donde le llamaban Herbert en alusión al director de orquesta Karajan, se le escapó en 2002 la final de la Champions, la Copa de Alemania y la Bundesliga en la última jornada en favor del Borussia de Dortmund. Después se desquitó en el Bayern de Múnich con tres Bundesligas y dos Copas alemanas. Títulos de menos mérito que la Liga lograda en 1998 con el recién ascendido Kaiserslautern de Otto Rehhagel, hoy seleccionador de Grecia.
El caso es que Löw le ha pedido que asuma la jerarquía en Alemania y él lo ha interpretado de una forma muy clásica: "Jugando valientemente, jugando bien. Y fuera del campo, poniendo un poco de tu parte para que los jóvenes jugadores puedan enterarse de cómo se hacen las cosas". Así de sencillo. Ballack ha superado el estigma de Netzer.
Siete detenidos en Klagenfurt
Al sur de Austria, en la frontera con Eslovenia, la ciudad de Klagenfurt, de 90.000 habitantes, es un lugar tranquilo de lagos escondidos y bosques espléndidos donde los austriacos suelen pasar las vacaciones. Hoy, sin embargo, esta población del estado de Carintia será un avispero. Acoge uno de los partidos más peligrosos de la Eurocopa: Alemania-Polonia (20.45, Cuatro y Digital +). La organización lo ha declarado de alto riesgo porque se van a encontrar dos hinchadas con deudas históricas desde la Segunda Guerra Mundial.
Esta semana, los periódicos sensacionalistas han azuzado la rivalidad. Uno de ellos publicó en Polonia un fotomontaje en el que se veía al seleccionador, Leo Beenhakker, con dos cabezas cortadas en las manos: la del entrenador alemán, Joachim Löw, y la del capitán, Ballack. "Leo, tráenos sus cabezas", rezaba el titular. "Hay gente enferma en todas partes", dijo Beenhakker. Otro rotativo polaco acusó a los alemanes de haber pactado ya el resultado del partido Alemania-Austria, como sucedió supuestamente en el Mundial de España 82: el famoso tongo que corearon los aficionados de El Molinón.
El periódico germano Bild replicó ayer en torno sarcástico dando 50 razones por las que los alemanes todavía quieren a los polacos. "Porque ya tenemos una victoria asegurada", decía una. Para completar los alicientes, hasta tres jugadores de Alemania nacieron en Polonia: Klose, Podolski y Trochowski.
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