EL CRUEL CIRCO 'TWEEN'
EL fenómeno tween ha adquirido tal grado de complejidad que, a estas alturas, ya podría tener a su propio Charles Manson. O a su Mark Chapman. O, si lo prefieren, a su Bin Laden. En miniatura, por supuesto. El adolescente de Luisiana dispuesto a estrellar un avión secuestrado contra el escenario de un concierto de Miley Cyrus podía haberse convertido en el mito oscuro de un fenómeno que tiene su identidad en el ajuste tween de ese "mágico mundo de colores" que siempre ha definido la esencia Disney. El mecanismo viene de lejos, pero la Casa de Mickey Mouse le ha dado la forma y el brillo definitivos: Hannah Montana y High School Musical son las formas más depuradas de un proceso que no ha dejado de crear estrellas. Y juguetes rotos... que quizás algún cerebro del emporio podría considerar defectuosos modelos experimentales. Ahí están, no obstante, los ejemplos de Justin Timberlake, Hillary Duff y Christina Aguilera para demostrar que hay vida después de lo tween.
"Disney ha conseguido crear una auténtica fábrica de estrellas con todo este fenómeno", afirma Álvaro García Bermejo, actual director de la revista Cuore y, en su día, primer director de la abrasiva Loka. "Artistas como Spears, Timberlake o Aguilera aparecieron por primera vez en shows de la Disney y, más tarde, la compañía se encargó de construirles una carrera musical", continúa. "Si la operación sale mal, ocurre lo de Britney Spears, pero, si sale bien, contará con toda una generación que habrá crecido con esos artistas. Cuando llegan a su madurez con un disco muy bueno, como en el caso de Timberlake, el impacto comercial se dispara y supera ampliamente al de otro artista de similares características que parta de cero en ese momento". Con todo, la Disney sabe lo suyo de juguetes rotos: a mediados de los cuarenta, la compañía encontró en Bobby Driscoll al niño perfecto, rubio, sano y actor natural. Protagonizó La isla del tesoro (1950) y le prestó la voz a Peter Pan (1953), pero el acné provocó que la productora le rescindiera el contrato a los 16 años. Su caída libre le hizo recalar en la Factory warholiana antes de que, en 1968, dos niños encontrasen su cadáver mientras jugaban en un solar abandonado del East Village neoyorquino.
En el universo tolkeniano, un tween, contracción de between (entre) y teen (adolescente), es un hobbit de entre 20 y 32 años, periodo equivalente a la adolescencia en esas longevas constituciones físicas de Tierra Media. El mundo corporativo recicló el término para definir un target de mercado: los consumidores de entre 8 y 12 años; o sea, los que aún no son adolescentes (aunque lo anhelan) y ya no se sienten niños (aunque, ya puestos, tampoco quieren abandonar a toda prisa las bondades de la infancia). Según José Vila, vicepresidente y director general de Disney Channel para España y Portugal, "el preadolescente busca un tipo de entretenimiento participativo, con el que, además, pueda sentirse identificado. La música y las tecnologías son dos factores importantísimos. El éxito de este tipo de productos se basa en la combinación de historias cotidianas, música impactante y con ritmo y coreografías que permitan crear imaginativos efectos visuales".
Todo apunta a que, tras los sucesivos fenómenos de Lizzie McGuire, Hannah Montana y High School Musical, el próximo golpe de efecto será Camp Rock, otra producción televisiva que Disney Channel estrenará en nuestro país en septiembre: un vehículo diseñado para propulsar al estrellato a la quinceañera Demi Lovato, multiinstrumentista e hija de cheerleader de los Dallas Cowboys. "Son todo productos de marketing, pero muy bien hechos", apunta Katrin Senne, directora de la revista Bravo. "No lo veo como algo negativo, del mismo modo que no me parece mal que todo sea tan políticamente correcto. Es una buena manera de que las familias se diviertan juntas. La comunicación entre los preadolescentes de hoy ha cambiado mucho gracias a los móviles, MySpace y las redes sociales, entre otras cosas, pero la emotividad no cambia. Siempre se busca lo mismo: pertenecer a un grupo, afirmarse, enamorarse... Tienen más cabeza de lo que piensa la gente: son independientes y tienen sus opiniones propias. Y críticas".
En el fondo, Miley Cirus y Demi Lovato son la versión aséptica y contemporánea de los estrellatos portátiles de Shirley Temple, Mickey Rooney, Judy Garland, Joselito o Marisol. En los ochenta y en los noventa, Corey Feldman y Macaulay Culkin vivieron una nueva forma de amplificación de la fama preadolescente y pagaron un considerable precio por ello. La maquinaria va sofisticándose y su eficacia crece, pero el margen de error sigue estando ahí y, por cierto, se llama Britney. Billy Ray Cirus, entretanto, cruza los dedos con la convicción de que siempre es mejor ser recordado en calidad de "padre de" un artefacto tan sumamente lucrativo como Miley "Hannah Montana" Cirus que como el mejor intérprete de himnos para barbacoas.
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