"Desde que voy al taller, no me peleo con nadie"
Los alumnos del Polígono Sur asisten a un curso de resolución conflictos
Lorena y Juan tienen 14 años y son alumnos del instituto Polígono Sur, en la zona de las 3.000 viviendas de Sevilla. Reconocen sin pudor que a veces se pegan con sus compañeros. "Nos metemos unas palizas que no veas", bromea Juan. El orientador del centro, Manuel Ruiz, lucha para que "la agresividad no sea un recurso fácil entre los escolares". Para ello comenzó hace unos meses un taller de educación en conflictos que ofrece a los adolescentes una alternativa a la violencia.
Es martes por la mañana. Día de taller. Cada clase ha elegido a dos representantes para asistir al curso. En total, 14 alumnos de entre 12 y 16 años, que se sientan en círculo. "Acaban de quemar el pelo a una chica, ¿lo has visto?", comienza Lorena. Lleva un chandal blanco y zarzillos dorados. "Sí, sí,... ¡cómo ardía!", responde una compañera vestida de rosa. "Peor fue la paliza que le metieron ayer al que se coló en la fuente", añade Juan, muy espontáneo, que se mueve sin parar. Entonces interviene Miguel Ángel Balbuena, el tutor del curso: "Chicos, ¿qué haremos nosotros si vemos a alguien agredir a otro?". Y los 14 alumnos contestan a coro: "Calmar al enfadado, hablar tranquilos y resolver el conflicto". Y se sonríen satisfechos.
"Hay que cambiar la forma de actuar desde la base, desde los colegios"
A Lorena le gusta ir al cine en Nervión, salir por Triana y pasear los domingos por el parque del Alamillo. Valores como el respeto, la empatía o las técnicas y habilidades para mejorar la comunicación le sonaban a chino hace unos meses. "Con un buen guantazo, uno comprende todo", resumía entre las risas de sus amigos. "Pero hemos aprendido otras tácticas", advierte otra.
Balbuena sabe conectar con sus alumnos: "A mí también me pegaron de pequeño, y no pasó nada. Aprendí otras cosas, estudié una carrera...". Para este joven de pelo largo y camiseta negra, este trabajo es un verdadero reto. "Hay que cambiar la forma de actuar desde la base, desde los colegios". Y explica su misión: "Los conflictos siempre existirán, aquí y en todas partes. Pero ofrecemos estrategias para no tener una respuesta violenta. Lo básico: empatía y colaboración."
La complejidad de la zona no ayuda demasiado al tutor. Los chicos son conscientes de las dificultades: "Toda la droga de Sevilla se vende detrás de ese muro", se atreve a decir uno. "Pero no somos todos delincuentes", se defiende otra.
Lorena reconoce que a veces se porta mal y la "encierran" en casa. "A mí me pegan mis padres que no veas", admite otro. Y Juan remata: "A mí me pasan las dos cosas: casa y paliza".
Balbuena explica sus objetivos: "Pretendemos que en el futuro el equipo lo formen padres y profesores". Ruiz confía en el éxito de este proyecto, aunque a largo plazo: "En cinco o seis años se comprobará si sirvió de algo".
Por lo pronto, una niña de pelo largo, que no ha intervenido en la clase, parece haber comprendido los nuevos valores: "Desde que estoy en el taller no me peleo", le confiesa a Lorena.
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