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Reportaje:

Los viejos graneros, para cultura

Se reactiva la campaña para rehabilitar la Panificadora de Vigo con usos públicos

"Que hoy en día la Panificadora reine en el perfil de la ciudad como una ruina en manos del azar es un lujo que la memoria histórica de la ciudad ya no puede permitirse", señalaba en 2002 la comisión de cultura del Colegio de Arquitectos de Galicia en Vigo, que señalaba el edificio como "un elemento insigne de la arqueología industrial" para el que reclamaba un tratamiento legal y urbanístico acorde con esa categoría.

Aquellos argumentos y otros similares vuelven estos días a actualizarse dentro de la campaña Salvemos la Panificadora, que ha reactivado la recogida de firmas para pedir su rehabilitación para usos públicos, preferentemente culturales. "Incluso los antiguos silos parecen lomos de libros", reparan los promotores de la campaña para indicar su idoneidad como biblioteca.

Fue una industria de gran éxito y popularidad en "los años del hambre"
Los dueños de la parcela están ciscados en un complejo litigio

El edificio fue inaugurado en 1924. El arquitecto Manuel Gómez Román y los ingenieros alemanes Otto Werner y Jorge Buchl realizaron el proyecto, que también puntúa ahora por situarse entre los pioneros que utilizaron en España el hormigón armado. Tuvo después sendas ampliaciones en 1930 y 1960, hasta que se clausuró en 1981. Fue una industria de gran éxito y popularidad en "los años del hambre" como el horno que más cartillas de racionamiento atendía, además de suministrar el pan a los contingentes militares del sur de Galicia y a los prisioneros recluidos en el monasterio de Santa María de Oia.

El posterior declive empresarial de la Panificadora y Fábrica de Harinas, hasta su quiebra, no alteró, sin embargo, la impronta contundente de su presencia en el paisaje urbano vigués, que se desea preservar como una "catedral laica", directamente vinculada a la identidad industrial viguesa, ni las sustanciosas expectativas de sus plusvalías urbanísticas, al situarse en el puro centro de la ciudad.

El complejo ya se ha intentado derribar varias veces. Entre otras causas más prosaicas, lo ha salvado la rareza de sus silos, calificados como construcción insólita en toda la Península y que se desean rehabilitar como incuestionable icono de la identidad urbana viguesa. En 2003 las compañías propietarias del inmueble y el Ayuntamiento firmaron un convenio que comenzaba reconociendo el fracaso previo de tres estudios de detalle propuestos por la propiedad. Para salir del atolladero, el convenio encargaba a la redactora del plan general de urbanismo, Consultora Galega, asimismo redactora del plan especial del Casco Vello, con el que limita el polígono de la Panificadora, a realizar una propuesta de usos que finalmente no ha tenido mayor concreción. Meramente se ceden los silos al dominio público, salvo su parte más alta, que la propiedad se reserva para explotarla con un negocio hostelero con mirador privilegiado.

En el resto del solar, de 9.983 metros cuadrados en total, está previsto construir una urbanización de 200 viviendas en edificios de hasta ocho alturas que ya han suscitado polémica porque cegarán el actual mirador natural sobre la ría desde la calle Camelias.

A los promotores de la campaña, arquitectos, intelectuales locales y, singularmente, la asociación Outro Vigo é Posible (OVEP), no les basta ya con preservar los silos. Quieren que se rehabiliten para uso público todos los edificios del complejo, que dan a tres calles y podrían reactivarse con diversas funciones administrativas, pero, sobre todo, según OVEP, como biblioteca, la biblioteca que el Ministerio de Cultura ha prometido construir en un edificio nuevo en la Praza do Rei.

La ocasión la pintan calva. El polígono de la Panificadora, se dice en la campaña, debe integrarse en el conjunto de actuaciones que el alcalde, Abel Caballero, ha propuesto al arquitecto Rafael Moneo para remodelar el entorno urbanístico de la torre consistorial, extraordinariamente degradado. Moneo entra, proponía al laureado arquitecto una pancarta durante su visita del lunes a la ciudad. En OVEP no dudan de la capacidad seductora del edificio, pese a sus actuales ruinas, para inspirar a cualquier arquitecto. Moneo dará una primera idea en un mes.

Pero el problema apunta a soluciones más complejas. Los dueños de la parcela son tres empresas, Invoga, Promociones Montelouro y Viguesa de Panificación, que se la reparten con sus edificios y ahora andan ciscadas dirimiendo la propiedad en un litigio laberíntico que amenaza aplazar sine die cualquier proyecto, incluso el residencial. En OVEP, sin embargo, entienden que este mismo conflicto entre los propietarios añade motivos, incluso una oportunidad de oro, para rescatar el complejo e incorporarlo al dominio público como su misma estampa, señera sobre el skyline vigués.

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