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Columna
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La navajita

Juan Cruz

Cuando llegas a Asturias siempre hay alguien que te cuenta algo que hizo hace nada Álvarez Cascos. Luego bajan la voz y te avisan: "Pero no se puede decir". Lo último que dicen es que trató de cazar un leopardo en África, pero se tuvo que venir de vacío. No se refiere el rumor a que Cascos quisiera cazar a Rajoy cuando éste amagó con pedir la expulsión de Esperanza Aguirre; no, el partido no está para esas metáforas, ni Rajoy es un leopardo; lo que se dice es que, en efecto, Cascos intentó cazar en sus días libres, pero le salió el tiro por la culata. ¿Es verdad, es mentira? Y qué más da. Ahora el PP se parece a la Iglesia y, como decíamos la semana pasada, a su misterio más insondable, el de la Santísima Trinidad. Y sobre los misterios se puede decir casi de todo.

Los misterios los guarda Rajoy, y los va soltando, como si los tuviera en una cajita. O como si fueran disparos. Luego esconde la mano. "O no". Rodrigo Uría, abogado eminentísimo que presidió el Museo del Prado hasta que murió, hace unos meses, es autor de una frase que Rajoy tendría que guardar en su cuadernito, para cuando tenga que explicar qué hace, o qué no hace. "Esto que he hecho no lo he hecho y además no lo volveré a hacer nunca jamás".

El otro día, los chicos de una universidad le sacaron a Rajoy el secreto mejor guardado: qué iba a hacer con Gallardón. "Estará conmigo". Las alertas de los móviles se pusieron en funcionamiento, era la noticia del día. Fue la noticia del día, pero no decía lo que añadió Rajoy: "Pero todavía no he hablado con él". Esperanza Aguirre llegó luego con el jarro de agua fría, que lanzó sobre el cogote de la novedad, como un disparo: "Si ya era de su equipo". Lo era, pero a lo mejor Rajoy no lo sabía.

Huele a cuchillos largos. O a navajitas. Un día vi que Esperanza Aguirre se acercaba al corro donde estaba Gallardón, y éste huyó despavorido, como un leopardo, buscando otro sitio en la selva. "Que viene ésta". Los cuchillos son armas muy útiles para las metáforas, decía Borges, que los guardaba. Carlos Gardel se murió con una navaja chiquita junto al corazón, decía "Soy de Carlos Gardel". Se lo contó a Manuel Vicent el autor de la autopsia. Un día se van a desenterrar los cadáveres del PP y habrá muchas navajitas, con nombres propios, con nombres ajenos. González Pons nos contó el otro día que ahí, en el PP, hay aún heridas desde los tiempos de Hernández Mancha. Uno se imagina Génova en este momento, hasta que no se haga la limpieza, como un antiguo almacén de navajitas y otros útiles de caza mayor.

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