Los 'tories' proclaman la muerte del Nuevo Laborismo de Blair
Otro triunfo electoral conservador agudiza la crisis de Brown
Gordon Brown sufrió en la madrugada de ayer un nuevo revés electoral al perder el Partido Laborista las elecciones para cubrir la vacante de diputado en la circunscripción de Crewe y Nantwich, norte de Inglaterra. Los conservadores arrollaron de tal forma que su líder, David Cameron, se atrevió a proclamar "la muerte del Nuevo Laborismo", el movimiento de renovación de Tony Blair que ha dejado a los tories en la oposición desde 1997.
Hacía 26 años que los 'tories' no ganaban en unas elecciones parciales
Crewe y Nantwich eran feudo de la izquierda desde la II Guerra Mundial
El resultado confirma a los conservadores como favoritos ante las generales -que se esperan para la primavera de 2010-, una posición que ocupan con firmeza tras arrollar en las locales de Inglaterra y Gales y por la alcaldía de Londres el pasado 1 de mayo.
En Crewe y Nantwich consiguieron el 49,5% de los votos, frente al 30,6% de los laboristas. Lo más espectacular es que se trata de un feudo tradicional del laborismo, que ha representado siempre a esta circunscripción desde la II Guerra Mundial y que en las últimas elecciones aún obtuvo el 48,8% de los votos. Los comicios fueron convocados para cubrir el escaño vacío tras la muerte de la diputada Gwyneth Dunwoody. Su hija, Tamsin, fue ampliamente derrotada por el tory Edward Timpson.
El resultado cobra aún más relevancia si se tiene en cuenta que se trata de la primera victoria de los conservadores en unas elecciones parciales en 26 años y la primera vez en 30 años que ganan un escaño hasta entonces laborista. Los resultados, proclamados la madrugada del viernes, recuerdan los triunfos laboristas en las elecciones parciales de los años noventa que precedieron a su aplastante mayoría en las generales de 1997. Parece una clara señal de que el viento político ha cambiado y que la marea conservadora no ha hecho más que empezar.
En eso parecía pensar ayer Cameron cuando se apresuró a enterrar al nuevo laborismo a pesar de sus propios llamamientos contra la euforia desmedida y su aceptación de que no es lo mismo unas elecciones parciales que unas generales. El Gobierno siempre tiende a ser castigado en las parciales pero la gran diferencia entre ésta y las que padeció Tony Blair en sus últimos años de mandato es que en aquéllas los laboristas desencantados votaban a los liberales-demócratas y en esta han apoyado a los conservadores. La otra gran diferencia es el tamaño del castigo: una oscilación del voto de casi 18 puntos.
La sangrante derrota no hace más que debilitar aún más a Gordon Brown. Un antiguo miembro del Gobierno, Graham Stringer, pidió ayer su renuncia, pero se quedó solo. Los laboristas están aturdidos por la velocidad y tamaño de la ola conservadora y parecen debatirse entre lo malo y lo peor: la mayoría piensa que lo malo es Brown y lo peor es cortarle ahora la cabeza, pero en el congreso de otoño puede que ya sean mayoría quienes piensen que mantener a Brown es aún peor que cambiar de líder antes de las elecciones.
El primer ministro parece absolutamente paralizado. Tras la derrota del 1 de mayo se limitó a decir que piensa "escuchar, aprender y liderar", una frase tan abstracta como vacía. Ayer se agarró a la economía. "El mensaje que nos han dado los electores es claro e inequívoco: quieren que afrontemos los retos económicos".
Lo malo para Brown es que los británicos tienen la sensación de que el Gobierno no está haciendo nada para aliviarles los efectos de la crisis. Y lo peor para el primer ministro es que parece tener muy poco margen de maniobra frente a la subida del petróleo, el crecimiento de los precios de los alimentos o las crisis financiera e inmobiliaria. Aún peor, la gente cree que en las áreas en las que sí puede hacer cosas, las está haciendo mal (como la subida de impuestos a trabajadores con menos recursos) o pierde energías superfluas (como en su empeño en extender a 42 días el periodo de detención sin cargos de los sospechosos de terrorismo).
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