Cartografía emocional

Seguramente José Ignacio Lapido esté ya más que harto de que le consideren una especie de maldito del rock hispano, uno de esos artistas continuamente ensalzado por la crítica y, al mismo tiempo, ignorado por un gran público y unos grandes medios que prefieren obviar las mejores señas de identidad del rock en castellano para perderse en sucedáneos de medio pelo. Ni siquiera él mismo se considera capaz de venderse demasiado bien, como asevera con total honestidad en la hoja promocional de su soberbio último disco, Cartografía. Su contenido es tan radiantemente inspirado, tan diáfano, sobrio y certero que no debería necesitar de ningún alarde literario para que llegue a oídos de cualquier aficionado con mínimas inquietudes. Con sus estupendas 12 canciones basta. Lapido lleva desde la primera mitad de los ochenta presentando batalla, primero al frente de los granadinos 091, la banda con la que escribió algunas de las rodajas más afiladas del rock estatal de las últimas dos décadas, y que tan solo atisbó el éxito comercial con La vida qué mala es, en 1991. Y más tarde ya en solitario, autoeditándose sus discos en su propio sello, en una trayectoria en la que no es difícil apostar por que su quinta y última entrega sea la mejor de todas. Con textos atinados como pedradas, y riffs de guitarra adherentes, con melodías como soles. Y, sobre todo, con la pericia y la sobria sensatez que dan los años.