_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Comunistas

El PCE de Sevilla quiere que su partido concurra a las elecciones en solitario, sin el paraguas de Izquierda Unida. Me parece bien porque sería la oportunidad de saber cuántos comunistas quedan en España o cuántas personas quieren dar su apoyo a una organización comunista. Es probable que esta actitud venga motivada porque el PCE perdió el control de IU en las dos últimas asambleas federales, ganadas por Gaspar Llamazares. Los malos resultados envalentonan ahora a quienes nunca creyeron que IU era un proyecto estratégico, sino un invento de Gerardo Iglesias, Nicolás Sartorius y otros dirigentes de la izquierda que se organizaron tras el referéndum de la OTAN ante la precaria situación del Partido Comunista. Esos mismos piensan ahora que tendrían mejores resultados en solitario o que, al menos, los que tuvieran serían de una lealtad inquebrantable y aportarían a las finanzas comunistas los dineros públicos que ahora se lleva IU. Este último aspecto no es nada desdeñable, como ellos mismos han destacado, ya que al tratarse de una vanguardia proletaria profesionalizada, necesitan un estipendio para poder dedicarse a la revolución y este dinero debe venir del erario público ¿de dónde si no? Dicen los comunistas sevillanos que IU es un instrumento y que por tanto sólo debe continuar si es útil. Lo mismo que el PCE, ¿o es que este partido es hoy útil a alguien salvo a los que se dedican profesionalmente a su organización? Los partidos son instrumentos que sólo deben tener continuidad si son útiles. No cabe ninguna duda de que el PCE fue muy útil a la sociedad española en la República, en la lucha contra la dictadura y en las primeras décadas de la democracia. Pero ahora parece que su utilidad social es muy cuestionable. Se ha convertido en un club de opinión de carácter nostálgico, a la búsqueda de un clavo donde agarrarse, sea la revolución bolivariana, el castrismo, Evo Morales o cualquier proyecto que tenga algún atisbo de enfrentamiento con los EE UU. El declive de las organizaciones comunistas y afines no tiene nada que ver con la situación política española o la política de IU, ni siquiera con lo que Llamazares llamó el tsunami bipartidista. Las antaño potentes organizaciones comunistas europeas han desaparecido, se han transformado o se han convertido en residuales. El gran partido comunista occidental, el PCI, se ha transformado de una parte en un partido centrista, el Partido Demócrata de Walter Veltroni, o se ha quedado fuera del parlamento en la versión fundamentalista de Fausto Bertinotti. En los demás países están en el 3% de los votos, como en Francia, Portugal, Grecia o España. En el norte de Europa hace tiempo que se transformaron en pequeños partidos de izquierda sin la denominación ni el ideario comunista. En los países del este de Europa se han hecho socialdemócratas, más o menos radicales según miremos Hungría o Alemania, y en Serbia los herederos de Slodoban Milosevic han alcanzado un extraordinario 8%. Se puede afirmar que el comunismo en Europa ha desaparecido. Un reciente refrán comunista dice "fallamos en el siglo XX, lo volveremos a intentar en el siglo XXI". Puede ser, pero bajo otras formas y postulados. La estrepitosa caída del bloque soviético ha supuesto una experiencia política fallida. Sin su existencia no hubiera prosperado la socialdemocracia, no se habría derrotado al fascismo y no se habría creado el estado del bienestar aunque parece que ha llegado a su fin. Ahora los comunistas sevillanos, herederos de Pepe Díaz, Manolo Delicado, Eduardo Saborido y Fernando Pérez Royo, entre otros, van como Diógenes, salvo que en vez de buscar a un hombre justo buscan algo de dinero para vivir y una justificación para su futuro. Como dijo Julio Sanguinetti "el futuro no es lo que era" y en contra de los pronósticos no ha llegado la dictadura del proletariado camino de una sociedad sin clases. Las fuerzas de la izquierda se mueven hoy en el socialismo democrático en su versión institucional y en movimientos sindicales, ecologistas, pacifistas o solidarios. No parece que la clase obrera andaluza ande pendiente de las cuitas de los comunistas sevillanos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_