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El Bellas Artes alavés completa colección

El museo adquiere una treintena de obras de los siglos XIX y XX

El Museo de Bellas Artes de Álava presentó ayer sus últimas adquisiciones (34 obras, en su mayoría pinturas) con las que completa su colección dedicada al arte del siglo XIX y principios del XX, con especial atención a los creadores vascos. Entre las piezas, todas las cuales se podrán contemplar reunidas hasta principios de octubre, se encuentran interesantes óleos de Ricardo Baroja, Ignacio Díaz de Olano o Gustavo de Maeztu, un curioso retrato anónimo del bardo Iparraguirre y una selección de los bocetos de pintura mural de Carlos Sáenz de Tejada, donados por la familia del pintor.

En el fondo, se trata de insistir en la coherencia que marca la colección de la pinacoteca. Por eso no extraña que se haya adquirido Vista de Vitoria, del alemán Albert Franke, cuadro que representa la plaza de la Virgen Blanca, pero animada por personajes vestidos a la manera goyesca, lo que en verdad interesaba al público extranjero. También se ha profundizado en completar la colección de artistas como Ricardo Baroja o Julio Beobide, además de otros vinculados con Euskadi, como Darío de Regoyos o Jaume Morera. De este último, levantino que pasaba largas temporadas en Algorta, se han adquirido dos cuadros que reflejan la influencia de las corrientes europeas en la creación española.

Así lo explicó ayer la responsable del museo, Sara González de Aspuru, en la presentación de la muestra. "El itinerario de los artistas de aquel siglo XIX pasaba por la Escuela de Artes y Oficios local, seguía por Madrid o Barcelona y acababa en París o Roma, referentes de la creación europea. Con ese bagaje regresaban a su ciudad", destacó. González de Aspuru citó, por ejemplo, un bronce de Quintín de Torre, una pequeña escultura que bebe directamente de la modernidad de Rodin.

Entre las sorpresas que se encontrará el visitante a la muestra hay que citar los bocetos de Carlos Sáenz de Tejada, un trabajo previo necesario para las pinturas murales que realizó en empresas y domicilios particulares a mediados del siglo pasado. La minuciosidad de estos apuntes cautiva más que los frescos finales que realizó, tanto por la precisión como por el buen gusto del trazo.

La exposición se completa con un catálogo que incluye textos de Santiago Arcediano y Montserrat Fornells.

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