El baile de Charlize
Es la 1.30 del lunes cuando Charlize Theron se tira al suelo de Socialista, un club nocturno de Nueva York. Suena Mamma mia, de ABBA, y está poseída por la fiebre del baile. A su lado, el diseñador John Galliano le hace los coros. La pareja no pasaría un casting de Fama, pero resulta fascinante. No abundan las muestras de espontaneidad y autenticidad entre diseñadores y famosos.
Es fácil ser cínico con los supuestos romances de las actrices con sus costureros. No sólo eso. Además, es bastante justo. Muchos de ellos, incluido el que nos ocupa, tienen un cupido tan poco romántico como el dinero. Y también es verdad que el cinismo tiene la extraña manía de esfumarse de madrugada. Aun así, ver a Theron y Galliano sin disfraces y divirtiéndose de verdad lejos de las cámaras sirve para acostarse con la idea de que a veces, sólo a veces, hay algo de cierto en lo que nos venden.
Lo que no deja de tener gracia es que resulte sorprendente. Valentino dice a todo aquel que quiera escucharle que los términos de estas relaciones han cambiado mucho y algo sabrá él, para algo es el diseñador que más y mejor ha cortejado a la fama. Echa de menos los sesenta, cuando Jacqueline Onassis buscaba un confidente además de un sastre. En su nostálgico discurso tiende a aparecer su primera comida juntos. Precisamente, en Nueva York. Al salir del restaurante, había un montón de paparazzi y Valentino se azoró temiendo que ella pudiera pensar que él los había avisado. Qué descortesía hubiera sido aprovechar el encuentro para ganar notoriedad.
Para el resto, resulta bastante obvio que los tiempos por los que Valentino suspira no eran en realidad tan distintos. Pero la fórmula, como todo, se ha industrializado. Es una pena que Valentino no se pasara el lunes por Socialista. Seguro que le hubiera gustado ver a la escultural Charlize Theron darle el abrazo del oso a Galliano.
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