Morais reflexiona sobre el cine más comprometido
El actor Ninetto Davoli, fetiche de Pasolini, presenta 'Un lugar en el cine'
En una de sus intervenciones en Un lugar en el cine, el director griego Theo Angelopoulos afirma que hay dos tipos de cine, el que se dirige a la taquilla y el que lo hace al espectador. En este último, el que realiza el cineasta heleno, el propio espectador justifica la existencia del filme al establecer contacto directo con su autor. Esa reflexión del director de películas como Megalexandros o Paisaje en la niebla resume con insólita perfección las intenciones del debú cinematográfico de Alberto Morais, cineasta nacido en Valladolid y formado en Valencia.
'Uccellacci e Uccellini' se rodó como una comedia, aunque no lo sea
Coproducida por la valenciana Malvarrosa Media, Un lugar en el cine es "una declaración de principios, un compromiso y una actitud moral respecto al presente y el futuro del cine", según su director. A través de un viaje conducido por tres cineastas "que miran el pasado sin filtros", Víctor Erice, Pier Paolo Pasolini y el citado Angelopoulos, Morais traza un relato que reivindica el cine como arte, muy alejado de la tiranía comercial.
El director vallisoletano presentó ayer en Valencia su primer largometraje, que llegará a las salas comerciales el próximo viernes con solo tres copias, con un invitado de excepción: el actor italiano Ninetto Davoli, "memoria viva de Pasolini" y uno de los actores fetiche del director fallecido hace 33 años en Ostia (Italia). Davoli, coprotagonista de la inolvidable Uccellacci e Uccellini, aceptó participar en el filme de Morais, pese a estar "harto" de hablar de Pasolini, porque lo considera "arriesgado e importante para que las nuevas generaciones aprendan que existe otro tipo de cine". Y, con esa vocación didáctica, reveló que su maestro y amigo tenía un sentido "visceral" del lenguaje cinematográfico que "ya no se encuentra en el cine actual". El mejor ejemplo, extraído de la película que Davoli protagonizó junto a Totó, está en ese diálogo entre el cuervo y los dos frailes sobre el marxismo, que se rodó "como si fuera una comedia, aunque el resultado final no tuviera nada de cómico, porque molestó mucho a la izquierda italiana", en palabras de Davoli.
Pasolini, como indica el filme, recogió el legado del neorrealismo, del Rosellini de Roma, città aperta, para hacer un cine que emanaba de una conciencia popular superviviente del horror. Un cine como el que también hacen Angelopoulos y Erice, que es casi una especie en extinción, pese a que Morais se resistía a verlo así: "Es reafirmar en el presente las cinematografías que leen el tiempo a través del materialismo dialéctico". Un ejercicio de memoria que se plantea el futuro de un arte respetuoso con el espectador.
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