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"Era nuestra obligación"

Aguirre sólo habla de "deberes hechos" y pone cara de funeral en la noche de las celebraciones

A Javier Aguirre le pasa algo. Debe de sentirse muy quemado. Anoche irrumpió en la sala de prensa con cara de estar asistiendo a un entierro, ajeno a las fiestas y a las celebraciones que se estaban llevando a cabo a su alrededor: en los vestuarios, en la zona mixta y en los aledaños del estadio Calderón. Era como si le diese igual. Estaba triste, casi enfadado y muy serio. Parecía incluso otro entrenador. Llamaba la atención el detalle de que a lo largo de la temporada hubiera contestado siempre a todas las preguntas -ganara o perdiera— con una sonrisa y ayer, en el día de las celebraciones por el regreso del Atlético de Madrid a la Champions, respondiera a los medios de comunicación con un tono seco, impropio de él. No había nada que contar. Nada de emociones personales. Nada de sonrisas. Nada de nada. Aparecía frío, con la mirada perdida y con ganas de estar a años luz de allí.

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"Era nuestra obligación", espetó cuando le felicitaron preguntándole cómo se sentía tras haber llevado al Atlético a la Copa de Europa después de 12 años. ¿Sólo una obligación?, le insistieron. "Era el objetivo que teníamos al principio de la temporada y hemos cumplido con los deberes", continuó con tono firme.

Que algo raro le estaba pasando se vio cuando quedaban 30 segundos para que el árbitro añadiera los tres minutos de tiempo perdido. El Deportivo estaba atacando y Aguirre dio la espalda al césped y buscó cobijo en el banquillo. No quiso ver el último ataque del cuadro gallego. Tampoco a Leo Franco, que atrapaba la pelota y se tiraba al suelo mientras sus compañeros ya lo celebraban levantando los brazos hacia el cielo. "Estaba pendiente. Con la cola del ojo lo veía todo", intentó justificarse. ¿Pero por qué, entonces, su primera reacción fue esconderse y no saltar al campo con los demás?, le preguntaron. "Eso me lo guardo para mí", zanjó el técnico rojiblanco.

Nada, no había forma. Estaba claro que su intención era desvincularse de todo tipo de celebraciones. Y no es casualidad que en sus agradecimientos se le olvidara citar el presidente, Enrique Cerezo. "Me contrataron para eso, para alcanzar los puestos de la Champions. Los deberes están cumplidos y me siento tranquilo y agradecido a mucha gente: al vestuario, a los jugadores, a mi grupo de trabajo, a los que confían en mí y, por supuesto, a mi familia, que lo ha soportado todo", comentó.

Está claro que en el grupo de trabajo y en la gente que confía en él no entra Cerezo. Al presidente, que hace pocas semanas se quejó sin saber que lo estaban grabando de no aguantar más la situación que estaba viviendo el equipo, le preguntaron al final por la continuidad de Aguirre. Contestó recurriendo a la famosa cláusula [por la que el mexicano renovaría automáticamente en el caso de que llevara el equipo a Europa]. Pero no fue ni mucho menos contundente. En ningún momento pronunció la frase: "Aguirre estará con nosotros la temporada que viene".

Y el técnico debió de olérselo. "Lo de la cláusula es ya de hace cuatro meses. Pero no voy a hablar de mi futuro hasta que acabe la Liga", repitió dos veces. Y cuando le hicieron notar que su estado de ánimo no se acercaba ni de lejos a la euforia contestó con una mentira: "Es que nunca lo he sido [eufórico]. Eso es así desde el principio de la temporada".

Mientras el mexicano batía el récord del mundo de la rueda de prensa más corta, en las puertas del estadio todo era una fiesta. También en la zona mixta, a la que Forlán llegó casi llorando. El uruguayo fue quien marcó el gol decisivo para la Copa Intertoto el pasado verano y anoche repitió abriendo las puertas de Europa al conjunto del Manzanares. "Me tocó, sí. Nos merecíamos todo esto después de haber estado en el cuarto puesto durante casi toda la temporada", aseguró antes de recibir el abrazo de todos sus compañeros.

Forlán y Kun superan a Luis y Gárate

Se acabó el sufrimiento. Se acabó lo del "quiero y no puedo". Se acabó la inquietud de aficionados, técnico, jugadores y, sobre todo, del presidente, Enrique Cerezo. Hace unas semanas unas cámaras de televisión le pillaron en una charla universitaria quejándose de la situación que estaba viviendo en el Atlético. "Estoy hasta los huevos", dijo sin saber que le grababan; "espero que se acabe todo cuanto antes".

Se acabó, sí, pero con final feliz y al mejor estilo colchonero. Los rojiblancos vuelven a la Champions tras once años de ausencia y han firmado su regreso a Europa con una buena dosis de aburrimiento, polémica —alrededor de 40 aficionados increparon al presidente en la entrada del Vicente Calderón con cánticos de "Cerezo marioneta"—, y riesgo de infarto en las gradas, porque aunque los videomarcadores del estadio no señalaran el gol de Luis Fabiano ante el Betis, los transistores habían avisado de que el Sevilla se ponía a tan sólo un punto. Y es que ya se sabe, con el Atlético todo puede pasar.

El equipo, sin embargo, cuenta en sus filas con Forlán y Agüero, una de las parejas más efectivas de toda la Liga. El uruguayo y el argentino han mejorado además un registro histórico, el de los míticos Luis y Gárate de finales de los años sesenta y principios de los setenta.

Desde la temporada 69-70, los aficionados rojiblancos no habían disfrutado de dos puntas capaces de marcar al menos 15 goles cada uno en un curso. Luis y Gárate lo consiguieron aquel año marcando 32 tantos, 16 cada uno. Con el gol de Forlán de anoche, la actual pareja rojiblanca entra en la historia del club con 33 goles entre los dos, más de la mitad de los marcados por el equipo: 17 los anotó Agüero y otros 16 Forlán. Con estos delanteros será más fácil para el Atlético abrir las puertas de Europa.

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