Necesitamos más conexión con Europa
España tiene mucho que agradecer a su ingreso en la Unión Europea puesto que, pese a los actuales signos de desaceleración, tras su acceso como Estado miembro hace más de 20 años, la economía española se ha venido comportando de forma sostenida, con un gran dinamismo. En España, el crecimiento se ha reflejado en un indicador concreto: el cambio de tamaño del sector gasista, que ha pasado de ser un mercado que consumía 15 bcm (miles de millones de metros cúbicos) de gas natural en 1998 a otro que alcanzó los 35 bcm del pasado año 2007. En diez años, el volumen de gas natural aprovisionado y suministrado se ha más que duplicado y todo ello en un contexto de apertura de mercado.
Esta situación es inédita en la Unión Europea: ¿cuáles han sido las claves que han permitido alcanzar este éxito? La primera y principal causa, sin duda, ha sido la voluntad política, mantenida por los distintos Gobiernos españoles desde 1998, de liberalizar efectivamente el sector del gas natural. Sin ella, como se puede constatar en otros países de la Unión, es difícil avanzar en un proceso que requiere medidas claras y de gran calado para alterar el curso natural de la economía e intereses legítimos preexistentes. Fue precisamente esta voluntad política la que anticipó en España alguna de las medidas que propugna el tercer paquete de la Comisión: condiciones de acceso a las infraestructuras reguladas, iguales, transparentes y no discriminatorias.
Necesitamos una mayor capacidad de conexión de la red gasista con Europa a través de Francia
Si damos un salto en la interconexión, sería posible crear un 'hub' que podría estar en España
En el pasado, las empresas energéticas tenían aseguradas sus rentabilidades a partir de marcos normativos propicios que traspasaban a los consumidores errores de gestión y en los que el riesgo era un elemento casi imperceptible. En el contexto actual esto ha cambiado debido a la competencia inherente al proceso de liberalización, y por ello la seguridad de suministro tiene dos riesgos diferenciados que hay que abordar: por un lado, el riesgo del aprovisionamiento, y por otro, el riesgo de la gestión de redes.
Una vez conseguido en España el hito de la plena liberalización del sector gasista, el reto básico de todas las energías, y en especial de las que son materias primas como el petróleo y el gas natural, se traslada al aprovisionamiento y, más concretamente, a la consecución de contratos lo más diversificados y en las condiciones más favorables posibles.
En este contexto, el objetivo esencial de los operadores gasistas, que compran y comercializan gas natural, está en asegurar el abastecimiento mediante una adecuada Gestión del riesgo de abastecimiento, diversificando los orígenes y tomando posiciones firmes. Los grupos energéticos que operan en nuestro país cuentan con una amplia experiencia para asumir nuevas responsabilidades en cuanto a proyectos internacionales de upstream que garanticen el aprovisionamiento de gas natural en España.
Existe hoy en día un segundo riesgo, y es el de la disponibilidad de las infraestructuras, en especial las de transporte, necesarias para que la oferta y la demanda se encuentren sin ningún obstáculo ni barrera. Su gestión puede denominarse como Gestión del riesgo de redes. Siendo el transporte de gas natural una actividad regulada, su principal riesgo reside en la dificultad de planificar, proyectar, construir, operar y mantener.
En este contexto de elevada especialización en las actividades, parece adecuado que los grupos empresariales que desarrollan actividades de riesgo significativo puedan concentrar sus esfuerzos en la vital parcela del aprovisionamiento, en la medida que pueden quedar liberados de las actividades reguladas de construcción y gestión de infraestructuras de transporte de gas natural. Las actividades que tienen un menor nivel de riesgo registran, de forma coherente, una rentabilidad más ajustada, si bien requieren a su vez de unas competencias técnicas específicas y se benefician de una gestión unificada. Asumiendo cada operador su especialidad y diversificando los riesgos gestionados, éstos se controlan mejor y el resultado es una gestión óptima de los diferentes aspectos clave de la cadena gasista.
Parece oportuno reivindicar, en estos momentos en que Europa revisa su política energética, las virtudes y logros del sistema gasista español que, no cabe duda, ha demostrado ser un ejemplo a seguir ante el debate europeo, sobre las medidas propuestas para avanzar hacia un mercado interior de dimensión europea que traslade a los clientes las ventajas en precio, seguridad y calidad de servicio de que disfrutan ya los clientes españoles gracias a la existencia de competencia real y a la planificación y desarrollo de infraestructuras.
La adecuada gestión y reparto de riesgos realizada en el sistema gasista español, con la existencia de un transportista-gestor independiente, con dedicación exclusiva y preferente a la construcción y gestión de las infraestructuras de acceso, transporte y almacenamiento de gas natural, ha sido y debe seguir siendo pieza fundamental para ello.
Junto a ello, los operadores gasistas están realizando una excelente labor de contribución a la seguridad de suministro, invirtiendo en upstream para permitir que España siga teniendo uno de los portfolios de aprovisionamiento más diversificados del mundo.
En este marco de colaboración y reparto de riesgos, el sector gasista español tiene todavía algunas metas que alcanzar, entre las que destacaría el desarrollo de la interconexión con la red gasista europea. Una capacidad suficiente de transporte de gas natural en los Pirineos incrementaría nuestra seguridad de suministro y la de los países europeos, permitiendo el flujo de gas del norte de África, o de cualquier otro punto del mundo que llegase en forma de gas natural licuado (GNL) a través de España, al centro de Europa, así como el gas procedente de los importantes yacimientos de Rusia o Noruega hasta nuestro país.
La utilización por parte de las compañías comercializadoras de las distintas infraestructuras de transporte, regasificación y almacenamiento que hay en España, junto con unas interconexiones más potentes, les aportaría una mayor flexibilidad operativa. Posibilitaría, además, el desarrollo de actividades comerciales transnacionales por parte de los operadores españoles que, si bien ya tienen firmados contratos de compra de gas en todo el mundo, podrían comercializar gas natural a clientes de los distintos países europeos. Una ventaja que se traduciría en un incremento de la competencia en Europa.
Para el desarrollo de auténticas conexiones transeuropeas, que ayuden al desarrollo del mercado interior de la energía e incrementen la seguridad de suministro y la competitividad del mercado gasista europeo, es imprescindible que exista una voluntad firme de todos los agentes con presencia en ambos sistemas (Gobiernos, organismos reguladores, compañías transportistas, comercializadoras, etcétera) para el desarrollo de las nuevas infraestructuras y capacidades requeridas.
De hecho, si consiguiéramos dar este importante salto en infraestructuras de interconexión, se lograría la última pieza para la posible creación de un centro de comercio de gas, o hub, en la región suroeste europea, que podría establecerse y desarrollarse en España. Partiríamos de unas condiciones inmejorables para ello, dada la excelente capacidad de entrada de gas natural que tenemos gracias a la apuesta de nuestro país por el GNL, con seis plantas de regasificación, y una séptima actualmente en desarrollo.
Necesitamos una mayor capacidad de conexión con Europa a través de Francia no tanto porque España sea una isla energética en el ámbito gasista -que no lo somos, en la medida que recibimos gas de una decena de países de todo el mundo- sino que necesitamos tales infraestructuras porque así incrementaríamos las posibilidades de actuación comercial de los operadores basados en España, aumentando también de paso la seguridad de suministro, tanto nuestra como del resto de Europa.
Antonio Llardén es presidente del Consejo de Administración de Enagas.
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